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Jolín, con los adjetivos, con lo ricos que son “grande”, “pequeño”, “feo” o “azul”. ¿Para qué queremos más? Con esos cuatro podemos describir cualquier cosa. :D No, en serio. Sí que es un asunto espinoso el de la adjetivación y estoy muy de acuerdo en que con un calificativo eficaz no se precisan dos, ni tres. Aunque está claro que si sois seguidores de una escritor concreto habréis notado que tienen sus “adjetivos de cabecera”. A uno le gusta que todo sea “lúgubre” y a otro “resplandeciente”. Supongo que es normal. No somos diccionarios andantes.
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Bueno, Manolo, algunos sí los son. Pero los menos. Adjetivar es una de las cosas más complicadas en literatura. Eso está claro. Pero sí Curro está de acuerdo con este consejo de Quiroga no hay más que hablar. ;) ¿Y el VIII? Quiroga introduce otro de los elementos básicos de una narración: el personaje. Creo que en esas cuatro líneas el Señor Quiroga nos dice mucho. Interesante cuando apunta que “hay que llevar a los personajes de la mano hasta el final”. Somos nosotros los que damos forma a los personajes y tenemos una responsabilidad hacia ellos. Si el resultado final tiene unos personajes vacíos y prescindibles la culpa será nuestra y no de ellos. Esto que parece una obviedad, conviene recordarlo. No maldigamos a nuestros personajes. Son como nuestros hijos.
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Ese consejo es muy importante. Quiroga nos recuerda que “no nos distraigamos viendo lo que ellos no pueden ver”. ¿Qué significa esto? Que debemos meternos a fondo en su piel. Y en su cerebro. Nuestros personajes no son nosotros. Son ellos. Noven la realidad como nosotros. Si no que deben tener su propia percepción. Puede que sepan algo que nosotros nos sabemos y viceversa. Si el personaje tiene una actitud ambivalente, resultará inverosímil. Y esto no quiere decir que no puedan ser ambiguos, sino que sus actos deben responder a su personalidad. Aunque resulten contradictorios, debe ser una contradicción, creíble. El lector no es tonto y percibirá aquellos personajes que “no siguen su camino” en la trama. Y si lo perciben perderán el interés en el personaje y nuestra historia no habrá logrado su objetivo. Como siempre, preparan adecuadamente un personaje de manera previa, es la clave para evitar estos problemas.
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Sin duda Curro, caracterizar nuestro personaje es una de las bases de una buena narración. Antes de lanzarnos a escribir debemos modelar nuestro protagonista. Saber qué le preocupa, qué no le preocupa. Como piensa y cómo reaccionará ante los hechos que se narren. Ahora bien, muchos escritores señalan que, en ocasiones, son los propias personajes “los que escriben” la historia y que ellos solo se encargan de ponerles voz. Esto que puede sonar absurdo, significa que el personaje creado tiene tanta fuerza que la historia que protagoniza fluye con sencillez. Esto solo sucede cuando se dan una serie de condicionantes. Si nuestra trama y nuestro personaje aparecen diáfanos en nuestro cerebro, tenemos muchas posibilidades de que “la historia se escriba sola”.
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Ummm, suena bien eso de “una historia que se escribe sola”, como esos coches que han aparecido ahora en los que no tienes ni que manejar el volante. Me parece interesante todo lo que comentáis sobre la creación de un personaje. Es verdad que cuando un prota nos atrapa es porque está bien definido. Pero también hay personajes perfectamente creados que no nos hacen “tilín”. Unos nos caen mejor que otros y a veces, no logramos identificarnos con ellos.
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Has dicho algo importante Manolo. El tema de la identificación con el personaje. ¿Cómo conseguimos que los lectores se identifiquen con nuestros protagonistas? Vete tú a saber… No, no, espera. Como cualquier otro tema al que nos hemos referido, requiere trabajo. Pero en este caso yo diría que hay que ser un gran observador de nuestro entorno. Un buen escritor debe ser muy empático con las personas de su alrededor. Y no me refiere a ser sociable o estar en contacto, necesariamente, con mucha gente, sino a comprender de la manera más amplia posible a otras personas. Y a nosotros mismos. Si sabemos qué le preocupa a la gente, cuáles son sus dramas y anhelos cotidianos y somos capaces de trasladar ese conocimiento a la caracterización de nuestros personajes, lograremos que los lectores se identifiquen con ellos. Pero hay un peligro, los lugares comunes…
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¿Los lugares comunes? Desarrolle eso, por favor, Mr. Curro. Está bien eso qué dices, pero sigo diciendo que hay protagonistas bien caracterizados con los que no me identifique. Se podría decir que me caen mal. Y seguro que a otras personas no les pasa. Supongo que es obvio, pero no podemos sentirnos cómodos con cualquier personaje.
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Sí, claro, Manolo. Es así. A ver, lo de los lugares comunes me refiero a que si en nuestras historias somos demasiado previsibles corremos el riesgo de caer en el tópico. A ver si se me ocurre algún ejemplo. No sé, si escribimos una historia sobre la Guerra Civil Española, en el que nuestro protagonista es un bondadoso republicano imagen absoluta del bien y, por el contrario, ideamos una especie de némesis franquista encarnación del mal, estamos ante un tópico. Puede que la historia sea real e incluso tenga éxito, pero está demasiado trillado. No sé si es el mejor ejemplo, pero es lo que se me ha ocurrido ahora :confused:
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Bueno, yo te entiendo Curro. Los lugares comunes son uno de los grandes defectos de la literatura actual. Y probablemente de la literatura de todas las épocas. Pero muchos escritores prefieren no resistirse a los tópicos, porque muchos de ellos venden. Y hay que ganarse la vida. ¿A cualquier precio? Eso debe responderlo cada uno. Caer en frases o ideas viciadas en literatura es un defecto que, como digo, algunos prefieren no evitar. Si pensamos en la novela histórica, nos encontramos con cientos y cientos de libros que tratan el mismo tema con personajes casi idénticos. Y muchos venden. Si hay demanda, habrá oferta. Es como el tema tratado por Dan Brown en “El código da Vinci”. Automáticamente las editoriales se lanzaron en la búsqueda y captura de libros que tratasen la religión cristiana desde una óptica apócrifa.
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Pero ¿y la literatura de género? Por ejemplo la novela negra, ¿no está plagada de lugares comunes? La femme fatale, el detective borrachuzo, la lluvia incesante… También son tópicos, pero se integran perfectamente en ese género. Y a muchos nos gusta. No quiero llevaros la contraria, porque tengo todas las de perder, pero encontrar la máxima originalidad en una propuesta literaria no está al alcance de todas las plumas.