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Claro hay que tener en cuenta que los escritores profesionales disponen de mucho tiempo para realizar sus revisiones, por el hecho de que escribir es su profesión. Temporalmente es casi imposible para un aficionado hacer “100 versiones de un poema”. Pero lo que nos puede servir de lección de las palabras de Carver es la necesidad constante de hacer crítica de nuestro propio trabajo. Puede que suceda que a la hora de terminar un trabajo, en este caso un relato, tengamos una especie de sensación de alivio o euforia. Creemos que hemos escrito algo “grande” y nos da miedo (o pereza) tocarlo. Por ello, lo mejor es dejar descansar el texto unos días y volver a él. Es en ese momento cuando podremos detectar mejor los errores o fallos, que pueden ser tanto nivel puramente gramatical como de planteamiento general. Aunque no todas las revisiones logran mejorar nuestro texto. A veces, se empeora. Nadie dijo que esto iba a ser fácil…
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Bueno, yo igual sí lo dije :) Compruebo que la revisión es una condición casi indispensable para escribir bien. Me llama la atención algunas cosas que comenta Carver. Sobre todo su manera de organizar los borradores. Para empezar dice que escribe muy rápidamente su primer borrador, casi como si fuese escritura automática. Parece interesante esa modalidad. Creo que es una forma de sacar toda la idea en bruto, para que nada se quede en el tintero. Una vez hecho eso, se revisa y selecciona las partes más efectivas desarrollándolas con nuevas aportaciones. Parece un trabajo de podar malas hierbas, ¿no?
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Podría ser sí, podar malas hierbas para dejar el jardín limpio. El tema de los borradores depende de cada escritor. La mayor parte de ellos, que yo sepa, tienen fórmulas para hacer uso de estos bosquejos iniciales. Pero estas fórmulas las van perfeccionando con el tiempo hasta que se convierte en un sistema mecanizado. Mucho de los escritores de éxito dan con la tecla, y ya no cambian su sistema por nada del mundo. En realidad los profesionales de la literatura son uno de los colectivos más maniáticos que existen. Si algo tiene éxito una vez, repiten todo el proceso creativo para “no perder de vista a las musas”. Por supuesto, hay de todo, pero es lo más común.
De todas formas, Manolo no te preocupes tanto por los borradores. Para tener borradores hay que escribir algo, y no sé yo si tú, con tanta cháchara harás algo :P
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Ya, tienes razón. “Menos samba y más trabajar”. Así que acusas a los escritores de maniáticos ¿eh? Bueno, la verdad es que leyendo algunas entrevistas, muchos siempre aluden a que tienen un sistema muy bien diseñado de trabajo. Pero es como todo, cualquier trabajo lo requiere. Incluso en el ámbito artístico. No todo es talento, y el esfuerzo es clave para realizar cualquier tarea con éxito.
Por mi parte ya he empezado a pensar cuál es el método que voy a utiliza. No sé qué escritor decía que solo podía escribir hasta las 5 de la tarde. Que las mañanas eran el mejor momento. Sin embargo, otros apuntan a que es la noche cuando encuentran la concentración necesaria lo que me trae a la memoria aquella declaración del mítico actor Humphrey Bogart: “Yo solo bebo a partir de las 7 de la tarde”. Pero a partir de las 7, ya no paraba… :o
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Sí, hay una anécdota de Humphrey Bogart sobre el rodaje de la “Reina de África” en la que se cuenta que todo el equipo de rodaje se puso enfermo por la mala calidad del agua. ¿Todos? No, todos, no. El amigo Humphrey y el director de aquella peli, John Huston, estaban como una rosa, pues nunca bebían agua…
Bromas aparte, es un hecho que si quieres que tu literatura progrese una de las mejores formas, es organizarse. Y esa organización no es solo aplicable al propio trabajo, sino también a las condiciones en las que este se da. Desde tener un lugar tranquilo, a una buena silla… Todo con el fin de que a la hora de sentarse a escribir no surja ningún inconveniente.
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Voy a daros mi humilde opinión sobre lo que comentáis. La silla, la habitación, la hora del día, todo ello tiene importancia, sí. Ya lo contaba Virginia Woolf en su libro “Una habitación propia”. Pero tampoco hay que exagerar. Si no tenemos una buena idea y no sabemos desarrollarla da igual que tengamos una butaca de 1000 euros para nuestras posaderas. Bueno, voy a recopilar el decálogo de Horacio Quiroga y es lo pongo completo para que no haya líos.
I
Cree en un maestro Poe, Chejov, Maupassant, Kipling - como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
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Sí, mejor así. Ahora se puede analizar al completo. “Desde el río soplaba el viento frío”… Estoy de acuerdo. En ocasiones creo que muchos escritores se complican demasiado a la hora de describir la realidad. Por otro lado, desde mi punto de vista, una de las cosas más complicadas en literatura es la descripción. Probablemente estamos en un momento literario en el que los lectores cada vez están menos interesados en profusas descripciones que “les desvían” de la trama. La gente quiere acción, sangre, Pepes sueltos por el campo… :D
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Sí que quizás exista un problema en la literatura actual con la descripción. Fijaos en el éxito que están teniendo nuevos géneros como el microrrelato en el que está técnica narrativa brilla por su ausencia. La razón de esto hay que buscarla en los modos de vida de la actualidad. Las personas viven en un torbellino de actividades cotidianas y todo el mundo se queja de que no hay tiempo para nada. Sin entrar a valorar “esa falta de tiempo” porque nos llevaría mucho tiempo el caso es que la forma de leer ha cambiado. Muchas personas ya no quieren ni pueden pasar largas horas leyendo como antiguamente. La oferta de ocio es tan grande que no sabemos para dónde tirar. La lectura está ahora más fragmentada, leemos pequeños pasajes cuando pinta y sin mucho orden. Por eso, muchos escritores “aceleran” su método narrativa para adaptarse a sus lectores. Y la descripción es una técnica “desaceleradora”. Por otro lado, describir bien no es nada fácil, y así, los escritores se evitan problemas.
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Si leemos una buena novela decimonónica veremos cuanto espacio dedicaba los escritores a describir bien un escenario. Ahora nos puede resultar algo “lento”, como dices tú, Curro. No obstante, no hay duda de que todavía quedan escritores que dan mucha importancia a observar bien un paisaje o escenario y trasladarlo al texto. Depende también del género literario. Obviamente en pequeños relatos, hay menos espacio para la descripción pero la novela sigue siendo su hábitat natural. Y generalizando mucho, claro. En el fondo, cada creador es diferente y utiliza las técnicas a su manera. Pero sí, es cierto Manolo, que la gente demanda acción, sobre todo en los libros más vendidos. Hay que bucear un poco por los estantes de las librerías para encontrar otra clase de propuestas más reflexivas.
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En el consejo VII Quiroga vuelve a insistir en el complicado arte de la adjetivación. Por algo será. Y sus palabras nos recuerdan el arte de “el menos es más”. O dicho de otra manera aplicar la economía de medios a la literatura. Si con una adjetivo podemos “colorear” una palabra, no lo hagamos con dos. Además ralentizaría la narración por relacionarlo con lo anterior. ¿Cómo se encuentra el adjetivo adecuado? Ahí está el quid de la cuestión. Para eso hay que tener talento y dedicación. Y un buen diccionario de sinónimos. Hoy en día con el Wordreference a tiro de piedra esto se hace más fácil. Pero no tanto. No vale con poner cualquier adjetivo que nos suene bien y sea un poco exótico. Tenemos que tener claro que queremos contar y porqué ese adjetivo y no otro es el adecuado para nosotros. Esto requiere tiempo.
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Jolín, con los adjetivos, con lo ricos que son “grande”, “pequeño”, “feo” o “azul”. ¿Para qué queremos más? Con esos cuatro podemos describir cualquier cosa. :D No, en serio. Sí que es un asunto espinoso el de la adjetivación y estoy muy de acuerdo en que con un calificativo eficaz no se precisan dos, ni tres. Aunque está claro que si sois seguidores de una escritor concreto habréis notado que tienen sus “adjetivos de cabecera”. A uno le gusta que todo sea “lúgubre” y a otro “resplandeciente”. Supongo que es normal. No somos diccionarios andantes.
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Bueno, Manolo, algunos sí los son. Pero los menos. Adjetivar es una de las cosas más complicadas en literatura. Eso está claro. Pero sí Curro está de acuerdo con este consejo de Quiroga no hay más que hablar. ;) ¿Y el VIII? Quiroga introduce otro de los elementos básicos de una narración: el personaje. Creo que en esas cuatro líneas el Señor Quiroga nos dice mucho. Interesante cuando apunta que “hay que llevar a los personajes de la mano hasta el final”. Somos nosotros los que damos forma a los personajes y tenemos una responsabilidad hacia ellos. Si el resultado final tiene unos personajes vacíos y prescindibles la culpa será nuestra y no de ellos. Esto que parece una obviedad, conviene recordarlo. No maldigamos a nuestros personajes. Son como nuestros hijos.
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Ese consejo es muy importante. Quiroga nos recuerda que “no nos distraigamos viendo lo que ellos no pueden ver”. ¿Qué significa esto? Que debemos meternos a fondo en su piel. Y en su cerebro. Nuestros personajes no son nosotros. Son ellos. Noven la realidad como nosotros. Si no que deben tener su propia percepción. Puede que sepan algo que nosotros nos sabemos y viceversa. Si el personaje tiene una actitud ambivalente, resultará inverosímil. Y esto no quiere decir que no puedan ser ambiguos, sino que sus actos deben responder a su personalidad. Aunque resulten contradictorios, debe ser una contradicción, creíble. El lector no es tonto y percibirá aquellos personajes que “no siguen su camino” en la trama. Y si lo perciben perderán el interés en el personaje y nuestra historia no habrá logrado su objetivo. Como siempre, preparan adecuadamente un personaje de manera previa, es la clave para evitar estos problemas.
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Sin duda Curro, caracterizar nuestro personaje es una de las bases de una buena narración. Antes de lanzarnos a escribir debemos modelar nuestro protagonista. Saber qué le preocupa, qué no le preocupa. Como piensa y cómo reaccionará ante los hechos que se narren. Ahora bien, muchos escritores señalan que, en ocasiones, son los propias personajes “los que escriben” la historia y que ellos solo se encargan de ponerles voz. Esto que puede sonar absurdo, significa que el personaje creado tiene tanta fuerza que la historia que protagoniza fluye con sencillez. Esto solo sucede cuando se dan una serie de condicionantes. Si nuestra trama y nuestro personaje aparecen diáfanos en nuestro cerebro, tenemos muchas posibilidades de que “la historia se escriba sola”.
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Ummm, suena bien eso de “una historia que se escribe sola”, como esos coches que han aparecido ahora en los que no tienes ni que manejar el volante. Me parece interesante todo lo que comentáis sobre la creación de un personaje. Es verdad que cuando un prota nos atrapa es porque está bien definido. Pero también hay personajes perfectamente creados que no nos hacen “tilín”. Unos nos caen mejor que otros y a veces, no logramos identificarnos con ellos.
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Has dicho algo importante Manolo. El tema de la identificación con el personaje. ¿Cómo conseguimos que los lectores se identifiquen con nuestros protagonistas? Vete tú a saber… No, no, espera. Como cualquier otro tema al que nos hemos referido, requiere trabajo. Pero en este caso yo diría que hay que ser un gran observador de nuestro entorno. Un buen escritor debe ser muy empático con las personas de su alrededor. Y no me refiere a ser sociable o estar en contacto, necesariamente, con mucha gente, sino a comprender de la manera más amplia posible a otras personas. Y a nosotros mismos. Si sabemos qué le preocupa a la gente, cuáles son sus dramas y anhelos cotidianos y somos capaces de trasladar ese conocimiento a la caracterización de nuestros personajes, lograremos que los lectores se identifiquen con ellos. Pero hay un peligro, los lugares comunes…
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¿Los lugares comunes? Desarrolle eso, por favor, Mr. Curro. Está bien eso qué dices, pero sigo diciendo que hay protagonistas bien caracterizados con los que no me identifique. Se podría decir que me caen mal. Y seguro que a otras personas no les pasa. Supongo que es obvio, pero no podemos sentirnos cómodos con cualquier personaje.
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Sí, claro, Manolo. Es así. A ver, lo de los lugares comunes me refiero a que si en nuestras historias somos demasiado previsibles corremos el riesgo de caer en el tópico. A ver si se me ocurre algún ejemplo. No sé, si escribimos una historia sobre la Guerra Civil Española, en el que nuestro protagonista es un bondadoso republicano imagen absoluta del bien y, por el contrario, ideamos una especie de némesis franquista encarnación del mal, estamos ante un tópico. Puede que la historia sea real e incluso tenga éxito, pero está demasiado trillado. No sé si es el mejor ejemplo, pero es lo que se me ha ocurrido ahora :confused:
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Bueno, yo te entiendo Curro. Los lugares comunes son uno de los grandes defectos de la literatura actual. Y probablemente de la literatura de todas las épocas. Pero muchos escritores prefieren no resistirse a los tópicos, porque muchos de ellos venden. Y hay que ganarse la vida. ¿A cualquier precio? Eso debe responderlo cada uno. Caer en frases o ideas viciadas en literatura es un defecto que, como digo, algunos prefieren no evitar. Si pensamos en la novela histórica, nos encontramos con cientos y cientos de libros que tratan el mismo tema con personajes casi idénticos. Y muchos venden. Si hay demanda, habrá oferta. Es como el tema tratado por Dan Brown en “El código da Vinci”. Automáticamente las editoriales se lanzaron en la búsqueda y captura de libros que tratasen la religión cristiana desde una óptica apócrifa.
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Pero ¿y la literatura de género? Por ejemplo la novela negra, ¿no está plagada de lugares comunes? La femme fatale, el detective borrachuzo, la lluvia incesante… También son tópicos, pero se integran perfectamente en ese género. Y a muchos nos gusta. No quiero llevaros la contraria, porque tengo todas las de perder, pero encontrar la máxima originalidad en una propuesta literaria no está al alcance de todas las plumas.
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… Cierto, Manolo, cierto. No nos lleves la contraria :p Ahí has estado fino. Es cierto que determinados géneros se prestan indefectiblemente a cierto nivel de tópicos. Pero lo que en una determinada temática es necesario en otra resulta superfluo. Concretamente, en la novela negra hay cierto tipo de exigencias, digamos, de estilo. Pero con esas bases el escritor sí que debe tratar de crear algo original. También es cierto que muchos libros son calificados de “homenaje” cuando no son más que plagios. Pero en fin, tampoco nos rasguemos las vestiduras. Cada uno debe decidir qué quiere leer y cuáles son sus exigencias. Por mi parte, sí que es cierto que antepongo la originalidad en la propuesta a otros elementos, pero puedo divertirme mucho leyendo algún texto de “género”. Lo que si recomendaría a los escritores que empiezan, es que tengan siempre presente el riesgo de los lugares comunes.
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Bueno Curro, no has dicho nada de la frase quiroguiana “un cuento es una novela depurada de ripios”. Para mí es una frase maravillosa y con bastante ironía. ¿Es realmente una novela una repetición innecesaria de ideas, como una vaca que engordamos artificialmente antes de llevarla al matadero? ¡Menuda comparación que me ha salido! :) El propio Quiroga advierte: “creed en ello como una verdad absoluta aunque no lo sea”. Tengo que decir, que alguna vez sí he pensado en las novelas, como una extensión artificial de una idea, solo con el fin de que un texto sea categorizado como novela. Me ha ocurrido con alguna mala o malísima que he leído. Pero, incluso en alguna ocasión, me ha pasado con alguna buena. En fin, no es una verdad absoluta, pero ahí queda.
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Hay mucho contenido tras esa frase Señora Vero. Pero yo la analizaré desde el otro punto de vista, el del relato o cuento. Lo que Quiroga nos advierte es que cualquier hecho, dato, o elemento innecesario no debe tener cabida en nuestro relato. La propia entidad como género literario del relato nos exige eliminar todo lo superfluo e ir a la esencia de nuestra historia, lo cual, es todavía más extremo en el caso del microrrelato. Pero, en el cuento clásico o relato, no deben existir los ripios. Y aunque pueda resultar algo ridículo, os diré que un escritor me admitió un día “off the record” que una de sus novelas la extendió con páginas, digamos “innecesarias” porque así se lo pidió una editorial. Esto es mucho más habitual de lo que creemos. No obstante, aquellos que no dispongáis de una editorial que “os presione”, no tengáis la tentación de extender sin sentido vuestras narraciones. Un cuento de página y media puede tener mucho más valor que otro de 17 hojas.
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Eso le tengo dicho yo a mi editor. Que me deje trabajar en paz. Me ha exigido que transforme un pareado que he escrito en una trilogía novelística en la onda del Señor de los Anillos, y me ha dado 10 días. Trabajamos cuatro. :D
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O tres, Manolo, o tres. Y no quería dejar escapar la oportunidad de quitarme el sombrero ante una de los consejos más importante que he leído nunca en el ámbito literario. “No escribas nunca bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego”. Creo que toda persona que empiece a escribir, debe tener esa frase apuntada en la mano. Yo diría que aquel que respete este noveno “mandamiento” podrá considerarse ya escritor. Puede que sea el peor de la Tierra o le queden 20 años para crear un texto potable, pero ya será escritor. Nunca perdáis de vista esa frase, por favor. La esencia de la actividad literaria está en la capacidad que tiene el escritor de filtrar esas poderosas emociones, sea del tipo que sean, en eficaces ideas literarias. No cometamos el error de sentarnos a escribir bajo los efectos de un poderoso sentimiento de odio, amor, pérdida o desesperación. Esperemos. Tengamos paciencia. No estropeemos la materia prima de la que puede surgir una buena idea por culpa de la ansiedad.
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No sé porque Curro, sabía que ese penúltimo consejo te iba a gustar. Como creo que lo has explicado muy bien no añadiré nada. O bueno sí, espera. Para todo hay excepciones. Y el caso concreto de la poesía, o de alguna poesía, sí puede ser una pequeña excepción. La emoción en ese caso puede ser estar más cercana, aunque también puede ser perjudicial. Lo mejor es reflexionar sobre lo que queremos expresar. Y recordar también que la descripción de nuestras emociones en papel puede ser muy necesaria y saludable. Pero no es literatura, es un diario.
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Os comprendo, os comprendo. Si volcamos nuestra furia momentánea o nuestro loco amor platónico por la profesora de Estadística en un papel, nos puede servir de vía de escape, pero lo más probable es que no sea buena literatura, ni siquiera literatura. Así que trataré de olvidarme de mi profe y la evocaré en otro momento :o
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Muy bien Manolo, esa es la idea. :) Tu profe de Estadística siempre estará en tu mente, pero si dejas pasar un tiempo, podrás utilizar esas emociones que ha despertado en ti, para crear algo interesante. Pero hay que intelectualizar las emociones. En el último consejo Quiroga, indica otro defecto muy común. El temor al “qué dirán”. Seamos libres a la hora de escribir y no pensemos en el Curro de turno, y sus pesadas críticas. Escribamos para nosotros, pero siempre pensando en el lector, un lector abstracto, no uno de nuestros amigos ni novios. Como dice Quiroga lo más importante durante el proceso creativo es estar atento a nuestros personajes y los sucesos en los que se ven envueltos. Ya tendremos tiempo luego de responder a las críticas o defender nuestro libro en ruedas de prensa multitudinarias. :)
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Efectiviwonder Vero. Ya habrá tiempo para el champán y los canapés. No es fácil aislarse de la opinión ajena. Hay muchos Curros sueltos, esperándote a la vuelta de la esquina y afilando el cuchillo además. Pero hay que olvidarse de ellos, y concentrarse en la historia. Y como siempre me gusta señalar, una gran cantidad de escritores consolidados escriben para la crítica, sobre todo, para sus amigos críticos. No cometamos el error de querer contentar a nadie con nuestros textos. Ni siquiera a nosotros mismos. Pensemos en que la narración debe ser óptima, tan solo, para nuestros personajes. Si ellos se quedan contentos con el resultado podremos irnos a dormir tranquilos. Y bueno, nunca perder de vista a ese “lector abstracto” del que nos hablas, Vero. Aunque mejor me lo aclaras, porque no sé si nos referiremos a lo mismo.