Frases de Augusto Roa Bastos

Augusto Roa Bastos ha sido uno de los escritores más importantes de latinoamerica, de lugar de origen Paraguay, ha luchado y escrito para que la frontera lingüística entre el español y el guaraní se unan. Como todos saben Paraguay es un país bilingüe y ello genera inevitablemente una tensión lingüística. Augusto Roa Bastos, desde su lugar de escritor, se propuso crear cuentos en donde el guaraní y el español se fundan. Por ello en todos sus cuentos frases o palabras del guaraní mezcladas con el español y ello logró que Roa Bastos sea recordado por los días de los días.
“El trueno entre las hojas” es uno de mis cuentos favoritos. Es increíble como Roa Bastos a logrado introducirse en la piel de esos personajes y revelar la historia completa de Latinoamérica. Desde sus conquistas, trabajo de esclavo, hasta sus costumbres, sus tradiciones, sus carpincheros, la naturaleza y el fluir del río. Es realmente un libro excelente. Por ello a continuación voy a compartir algunas de sus mejores frases.

“El trueno entre las hojas” comienza con un pequeño epígrafe donde se encuentra la siguiente frase, una leyenda aborigen:
"El trueno cae y queda entre las hojas. Los animales comen las hojas y se ponen violentos. Los hombres comen los animales y se ponen violentos. La tierra traga a los hombres y empieza a rugir como el trueno"
“Todo estaba quieto y parado junto al río. No se oían las aguas ni el follaje. La amenaza de mal tiempo había puesto tensa la atmósfera como el hueco negro de una campana en la que el silencio parecía freírse con susurros ahogados y secretas resquebrajaduras.”
“Cuando se apagó el murmullo de las voces, se pudo notar que el acordeón fantasma no sonaba ya en la garganta del río. Sólo la campana forestal siguió tañendo por un rato, a distancia imprecisable. Después también el pájaro calló. Los últimos ecos resbalaron sobre el río. Y el silencio volvió a ser tenso, pesado, oscuro.”

“—Así suena cuando no hay luna—dijo el viejo encendiendo su cigarro en un tizón en el que se quemaba un poco de noche.”
“Los primeros relámpagos se encendían hacia el poniente, por detrás de la selva. Eran como fugaces párpados de piel amarilla que subían y bajaban súbitamente sobre el ojo inmenso de la tiniebla.”
“Es cierto que Solano Rojas ya no podía ver las ruinas ni el nuevo ingenio levantado en el mismo emplazamiento del anterior. Pero él debió contentarse seguramente con tenerlos delante, con sentirlos en el muerto pellejo de sus ojos y recordarles todos los días su presencia acusadora y apacible.”
“—No olviden kená, che ra'y-kuera, que siempre debemo' ayudarno' lo uno a lo' jotro, que siempre debemo' etar unido. El único hermano de verdá que tiene un pobre ko' e' otro pobre. Y junto' todo'nojotro formamo la mano, el puño humilde pero juerte de lo'trabajadore..."

“No era un burdo elemento subversivo. Era un auténtico y fragante revolucionario, como verdadero hombre del pueblo que era. Por eso lo habían atado para siempre a la noche de la ceguera.”
“Quedaba un rato en la orilla, pensativo. La mole rojiza del ingenio se desmoronaba silenciosamente sobre él desde el pasado. La sentía pesar en sus hombros. Desatracaba con lentitud y volvía a su remanso a favor de la corriente, sin remar, sin moverse. Sólo la roldanita de palo iba chirriando en el alambre”
“Era su manera de recordarles que él aún estaba allí vencido sólo a medias. Su presencia surgía en la sombra, entorchada de abultados costurones, rayada por las verberaciones oscilantes, como si el agua se divirtiera jugando a ponerle y sacarle un traje de presidiario trémulo y transparente.”
“Se miraban sin verse, el río de por medio, todas las cosas que habían pasado, el tiempo, la sangre que había corrido, entre ellos dos; todo eso y algo más que sólo él sabía.”

“Las ruinas estaban silenciosas entre los helechos y las ortigas. Él tenía su música. Sus manos se movían con ímpetu arrugando y desarrugando el fuelle. Pero en el rezongo melodioso flotaba su secreto como los camalotes y los raigones negros en el río.”
“Un último reflejo verde le bañaba el rostro volcado hacia arriba en el recuerdo instintivo de la luz. Después se oscurecía porque lo agachaba sobre el instrumento como quien esconde la cara entre las manos.”
“Poco a poco la música se ponía triste y como enlutada. Una canción de campamento junto al fuego apagado de un vivac en la noche del destino. A eso sonaba el acordeón de Solano Rojas junto al río natal.”
“Él tenía metido adentro, en su corazón indomable, un luchador, un rebelde que odiaba la injusticia. Eso era verdad. Pero también un hombre enamorado y triste. Solano Rojas sabía ahora que amor es tristeza y engendra sin remedio la soledad. Estaba acompañado y solo.”

Algunas frases más de “El trueno entre las hojas”
“En ese sitio había peleado y amado. Allí estaban su raíz, su alegría y su infortunio. El remendado acordeón lo decía en su lenguaje de resina y ala, en su pequeño pulso de tambor guerrero que esculpía en las barrancas y en la gente las antiguas palabras marciales.”
“La veía aún al resplandor de los fogones, en medio de la destrucción y de la muerte, en medio de la calma que siguió después como un tiempo que había fluido fuera del tiempo.”
“A veces la sentía pasar por el río. Pero ya no podía verla sino en su interior, porque la cárcel le había dejado intactos sus recuerdos pero le había comido los ojos.”
“Estaba acompañado y solo. Por eso el acordeón sonaba vivo y marcial entre las barrancas de Paso Yasy-Mörötï, pero al mismo tiempo triste y nostálgico, mientras caía la noche sobre su noche.”

“Luna blanca que de mí te alejas
con ojos distantes...
Yasy-Mörötï. . .”
“El río era una buena tumba, verde, circulante, sosegada. Recibía a sus hijos muertos y los llevaba sin protestas en sus brazos de agua que los había mecido al nacer.”
“Los días pasaron lentamente. La desesperación creció en los trabajadores del ingenio y empezó a desbordar como agua que una mala luna arrancaba de madre.”
“Y cuando entre los fuegos el ojo de su corazón la veía pasar a ella, una extraña exaltación lo poseía. Dejaba de tocar y los ojos sin vida echaban su rocío. En cada gota se apagaban paisajes y brillaba el recuerdo con el color del fuego”
“Todavía de tanto en tanto suele escucharse en el Paso, a la caída de las noches, la música fantasmal del acordeón. No siempre. Sólo cuando amenaza mal tiempo, no hay zafra en el ingenio nuevo y todo está quieto y parado sobre el río.”

“Los carpincheros” es otro de los cuentos de Augusto Roa Bastos, uno de los más hermoso cuentos cortos que he leído ya que cuenta de una manera tan poética y natural toda la tradición de los Carpincheros, un grupo indígena del paraguay.
El bello cuento narra la conexión que hay entre una niña llamada Margaret, alemana, y los carpincheros. Lo que pasa entre ellos dos, la historia que se desprende entre sus historias, es realmente impresionante. Por ello a continuación compartiré algunas frases con ustedes pero lo que les recomiendo es que vayan a leer el gran cuento de Roa Bastos cuento.
“La primera noche que Margaret vio a los carpincheros fue la noche de San Juan.
Por el río bajaban flotando llameantes islotes. Los tres habitantes de la casa blanca corrieron hacia el talud para contemplar el extraordinario espectáculo.
Las fogatas brotaban del agua misma. A través de ella aparecieron "los carpincheros."

“Iban silenciosos. Parecían mudos, como si la voz formara apenas parte de su vida errabunda y montaraz. En algún momento levantaron sus caras, tal vez extrañados también de los tres seres de harina que desde lo alto de la barranca verberante los miraban pasar. Alguno que otro perro ladró. Alguna que otra palabra gutural e incomprensible anduvo de uno a otro cachiveo, como un pedazo de lengua atada a un sonido secreto.”
A continuación comparto la mirada del extranjero sobre los carpincheros, fíjense la connotación y la imagen del “indígena”:
“¿Son indios esos hombres, papá?
-No, Gretchen, son los vagabundos del río, los gitanos del agua -respondió el mecánico alemán.
-¿Y qué hacen?
-Cazan carpinchos.
-¿Para qué?
-Para alimentarse de su carne y vender el cuero.
¿De dónde vienen?
-¡Oh, Püppchen, nunca se sabe!
-¿Hacia dónde van?
-No tienen rumbo fijo. Siguen el curso de los ríos. Nacen, viven y mueren en sus cachiveos.”

Algunas frases más de Augusto Roa Bastos:
“-¿Y cuándo tendré uno? -pedía entonces Margaret, más animada. Pero siempre tenía miedo y estaba triste. Entonces fue cuando vio a los carpincheros entre las fogatas, la noche de San Juan. Un cambio extraordinario se operó en ella de improviso. Pedía que la llevaran a la alta barranca de piedra caliza que caía abruptamente sobre el agua.”
“ Desde allí se divisaba el banco de arena de la orilla opuesta, que cambiaba de color con la caída de la luz. Era un hermoso espectáculo. Pero Margaret se fijaba en las curvas del río. Se veía que aguardaba con ansiedad apenas disimulada el paso de los carpincheros.”
“El río se deslizaba suavemente con sus islas de camalotes y sus raigones negros aureolados de espuma. El canto del guaimingüé sonaba en la espesura como una ignota campana sumergida en la selva. Margaret ya no estaba triste ni temerosa.”

El narrador Augusto Roa Bastos fue realmente un gran escritor que nació en Paraguay y hablaba y escribía y hablaba en los idiomas guaraní y castellano. En su país estudió y se formó en las letras, siendo un gran lector sobre todo admirador de los poetas simbolistas franceses, como también León Tolstoi o William Faulkner. Perteneció a las primeras generaciones de escritores de las primeras décadas del siglo.

Un fragmento de su novela Yo supremo que dice:

“Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres. Al término del dicho plazo, mando que mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río.... ¿Dónde encontraron eso? Clavado en la puerta de la catedral, Excelencia. Yo el Supremo Dictador de la República Ordeno que al acaecer mi muerte, mi cadáver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo”.

La guerra del Chaco, que fue en el año 1932, lo encontró a Augusto Roa Bastos con apenas 15 años. La guerra del Cacho fue entre Bolivia y Paraguay. Entonces con unos compañeros del colegio secundario al que iba, el instituto San José, se escaparon porque querían vivir la guerra y saber qué se sentía. Pero como eran tan jóvenes, los que vieron durante la guerra los marcó para siempre y todos ellos siempre se proclamaron por el resto de sus vidas en contra de la violencia. Otro fragmento de su gran novela Yo supremo:

“Apriétales los refalsos a esos falsarios. Sobre todo a Peña y a Molas. Tráeme las cartas en las que Molas me rinde pleitesía durante el Primer Consulado, luego durante la Primera Dictadura. Quiero releer el discurso que pronunció en la Asamblea del año 14 reclamando mi elección de Dictador. Muy distinta es su letra en la minuta del discurso, en las instrucciones a los diputados, en la denuncia en que años más tarde acusará a un hermano por robarle ganado de su estancia de Altos”.

Augusto Roa Bastos comenzó a esbozar sus primeros escritos haciendo dramaturgia, mientras también trabajaba como empleado administrativo. Al tiempo consiguió que le permitieran trabajar como colaborador en el diario El País, lo que le abrió camino para poder hacer relaciones amistosas con intelectuales de Europa. Y así fue que hizo sus primeras incursiones por el viejo continente, viajando a Inglaterra. En el año 1944 formó parte de un grupo de escritores paraguayos llamado «Vy'a Raity», en guaraní, y que en castellano quiere decir «El nido de la alegría». Más fragmentos de su novela Yo supremo:

“Hace mucho tiempo que los aristócratas de las veinte familias han convertido los suyos en naipes. Allanar las casas de los antipatriotas. Los calabozos, ahí en los calabozos, vichea en los calabozos. Entre esas ratas uñudas greñudas puede hallarse el culpable”.

El grupo de escritores creado y fundado por Augusto Roa Bastos en el año 1944 fue fundamental para la tendencia poética de Paraguay. Fue una verdadera vanguardia de la época y junto a él participaron los escritores Josefuna Plá y Hérib Campos Rivera. Luego, al año siguiente, vendría la guerra civil en su país pero Roa Bastos no se pondría a favor de ningún partido político sino a favor de los más débiles, es decir, del pueblo. Otro de su fragmento de la novela Yo supremo dice:

“Puedo repetir lo que dicen esos papeles, Excelencia. Una partida de granaderos lo descubrió esta madrugada y lo retiró llevándolo a la comandancia. Felizmente nadie alcanzó a leerlo. No te he preguntado eso ni es cosa que importe. Tiene razón Usía, la tinta de los pasquines se vuelve agria más pronto que la leche. Tampoco es hoja de Gaceta porteña ni arrancada de libros, señor. ¡Qué libros va a haber aquí fuera de los míos!”.

En el año 1945 Augusto Roa Bastos fue enviado a Europa para cubrir la Segunda Guerra mundial como corresponsal para el diario el país. Una vez estando en Inglaterra aprovechó la ocasión para entrevistar a grandes pensadores como De Gaulle. También viajó a Francia y cubrió los juicios al Nuremberg, en Alemania. Cuando regresó a su país, Paraguay estaba convulsionado socialmente y también en lo político. Otros fragmentos de su novela Yo supremo:

“No te he pedido que me vengas a recitar los millares de expedientes, autos, providencias del archivo. Te he ordenado simplemente que me traigas el legajo de Mariano Antonio Molas. Tráeme también los panfletos de Manuel Pedro de Peña. ¡Sicofantes rencillosos! Se jactan de haber sido el verbo de la Independencia”.

De regreso a Paraguay de su trabajo como corresponsal en Europa, en el año 1947, Roa Bastos debió dejar su país ya que la represión del gobierno en turno lo obligó a ello. De Asunción del Paraguay viajó a Buenos Aires, Argentina, en donde tampoco estaban tan tranquilos los ánimos en materia política, aunque consiguió trabajo en una empresa de seguros y se quedó allí por varios años. En Argentina publico su primer libro al que titulo El trueno entre las hojas, eran cuentos breves. Luego publicaría su obra que lo llevaría a la fama y que fue la llamada Hijo de hombre, en el año 1960. Esta obra ganó el Premio Internacional de Novela de la editorial Losada, una de las más importantes de ese momento. Otro fragmento de su novela Yo supremo dice:

“¡Ratas! Nunca la entendieron. Se creen dueños de sus palabras en los calabozos. No saben más que chillar. No han enmudecido todavía. Siempre encuentran nuevas formas de secretar su maldito veneno”.

Otros de los libros que publicaría Augusto Roa Bastos, siempre viviendo en Argentina, serían El baldío, Madera quemada, Los pies sobre el agua, Moriencia, Cuerpo presente. Todos los libros fueron de cuentos, aunque también intercaló algunos guiones de cine como El trueno entre las hojas, Hijo de hombre, Shunko, Alias Gardelito, El señor presidente, Don Segundo Sombra. Algunas de sus frases poéticas fueron:

“Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría con mi ser aquietado más que un agua nocturna para la ondulación de tus palabras. Estaría en la noche sintiendo cómo el roce de tu voz sobre el alma del silencio me nombra, ¡y yo sin saber dónde arrodillarme...!”.

“Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada, desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras, y en ámbitos de un hielo estupefacto, por liturgia del fuego, mi rosa envenenada. Será otra vez la lumbre de un corazón más joven”.

El escritor paraguayo Augusto Roa Bastos ganaría fama internacional cerca del año 1974 cuando publica la novela que he estado citando anteriormente llamada Yo supremo. Se trató de un libro de muchas páginas en la que el autor muestra su madurez literaria y en la que plasma el retrato de uno de los dictadores del Paraguay llamado José Gaspar Rodríguez de Francia. En esta novela Roa Bastos vuelca historia, investigación, biografía y literatura. Más frases de Roa Bastos:

“Sobre el hierro olvidado se apagan las violetas. Y sobre el hierro crecen los suspiros y adioses, las huellas musicales del corazón del viento que busca lejanías para olvidar sus bosques”.

“Un cierto transparente sueña escorzos de huida. Pero el soñar se quiebra sobre muertos sabores. No basta que el instinto del nardo le apacigüe la frente en que sollozan esmeraldas y adioses...”.

“Cuando se despierte el niño, cuando la espiga madure, por la tarde...el viento se habrá dormido”.

En el año 1982 a Augusto Roa Bastos legue quietada su ciudadanía como paraguayo cuando quiso regresar y no se lo permitieron. Recién lo harían en el año 1983 y con honores. Entre los premios literarios ganados por el escritor nacido en paraguay están: el British Council, el Premio Internacional de Novelas y el premio nacional de Literatura Paraguaya. También obtuvo muchas menciones y honores. Más de sus frases:

“Aguarda un poco más. No te me escurras por la grieta del tiempo, ni te poses en la rama del árbol que envejece. No te vayas minuto con el polen de mi angustia final hecha milagro, espera un poco a que le ponga un nombre…”.

“Soledad sin remedio de mis horas que en roja espuma de dolor se rompen, y ni a mojar alcanzan mi silencio con humedad de lágrimas salobres. Desamparada soledad que me hace día a día bajar hasta los hombres a ganarme mi pan con mis dos manos”.

La obra de Augusto Roa Bastos se extendería durante los años 90, en el siglo XX, ya que publicaría varias adaptaciones de Yo supremo, que había tenido amplio éxito entre los lectores. También publicó Vigilia del Almirante, El fiscal, Contravida y Madame Sui. En el año 2003 viaja a Cuba y allí recibió la medalla de honor José Martí. Más frases de Augusto roa Bastos:

“¡Qué dura tiranía es para el pobre la del pan que le roba sus poemas, y le seca el tumulto de sus voces, y le muerde la sangre con la angustia del más grande de todos los dolores: el no poder dejar ni una palabra de su mensaje eterno entre los hombres!”.

“¿No bastaron los pájaros del cielo, los inocentes vientos labradores, la parda tierra y el azul del aire, a poner en tu esencia el horizonte de esperanzada luz que no se quiebra, limpio trigo de amor, para que tornes a ser después el pan cuya victoria duele tan hondo en la profunda noche?”