Grandes escritores argentinos

En el libro El túnel el escritor argentino Ernesto Sábato realizó una excelente novela policial que combina el amor y la furia, pero, sobre todo, en la que crea personajes oscuros que se manejan con sórdidas intenciones poniendo siempre de relieve el egoísmo y la necesidad de llevar a cabo sus propios planes sin pensar en las necesidades de quienes los rodean

En esta obra Sábato, también autor de Entre luces y sombras, cuenta una historia de amor casi imposible que mantienen Juan Pablo Castelar y María. Así, se irán sucediendo situaciones inesperadas producto del desamor y de los desencuentros, que llevarán a los protagonistas a vivir un desenlace inesperado y no poco estremecedor.

El túnel se convirtió en una de las obras más emblemáticas de este autor latinoamericano por la cual ha ganado fama en el mundo entero. Además, El túnel es una de las obras más representativas de la literatura argentina del siglo XX.

“Antes del fin” es otro de los trabajos del escritor argentino Ernesto Sábato, quien comenzó estudiando ciencias, pasó por el cine y terminó dedicándose de lleno a las letras.

En este libro el avezado escritor cuenta la vida de un muchacho que ha nacido y crecido en la zona pampeana, en Argentina, asilado completamente del mundo y de las costumbres de las grandes ciudades.

Pero este humilde joven logra estudiar en la universidad y llega a convertirse en un reconocido científico e investigador.

Con mucho de autobiográfica, “Antes del fin” es su primer libro que, de una manera casi irónica, fue rechazado en varias editoriales argentinas hasta que fue publicada y ponderada por escritores de la talla, nada menos que, de Tomas Mann y Albert Camus.

“Sobre héroes y tumbas” es una obra referencial y “El túnel”, sea quizás una de los libros mas célebres que se hayan conocido de este escritor.

“Antes del fin” es un libro de Ernesto Sábato que, si bien él mismo ha dicho que no son sus memorias, representa una suerte de experiencias vividas, sobre todo a las que el ha considerado más importantes a lo largo de su vida como son: las decisiones con respecto a su identidad política y a su carrera, los recuerdos de su esposa, de su padre, sus hermanos y sus hijos.

El inicio del libro muestra un hecho que marcó la vida de este escritor y que fue que el día en que nace murió su hermano llamado Ernesto y por ello es que le pusieron el mismo nombre que el niño fallecido. Si tendrá que ver o no, el libro nos va a mostrar a los lectores que algo debe haber habido ya que fue desde muy pequeño un ser muy sensible y apegado a sus hermanos, a sus dibujos, a sus libros y a sus amigos.

Nació en Rojas y vivió en el campo. De adolescente viajó a la ciudad de La Plata para anotarse en la universidad, en donde obtendría nada menos que un doctorado en ciencias. Además, en las reuniones estudiantiles conocería a Matilde, quien su único amor y la mujer con la cual se casaría.

Antes de eso, en su niñez, Ernesto Sábato asegura en “Antes del fin” que con su padre mantuvo una relación bastante mala, ya que él era muy rígido y severo con él. Sin embargo, poco antes demorar, Sábato escribió que lo que hizo su padre fue por el bien de él y sus hermanos. Habla muy poco de sus hermanos, de hecho, son dos a los únicos que nombra, sobre todo uno de que falleció de cáncer y el que le dio la noticia fue el mismo Ernesto Sábato. En la introducción del libro confiesa que no cuenta las cosas malas de su personalidad y que eso lo deja para la ficción que es en donde los escritores vuelcan sus fantasmas.

Sábato nació en 1911 y murió pocos días antes de cumplir cien años. Militó para el partido comunista, “cuando el Partido y Comunista se escribían y se decían con mayúscula”, según cuenta en su libro “Antes del fin”.

Cerca de 1930 se exilia en París y tiene relaciones con escritores y, fundamentalmente, con pintores de la nueva corriente que surgía en las primeras décadas del siglo XX: el surrealismo. Respecto a su ideología política, su viaje a Europa le hace hacer un viraje en cuanto sus principios y se acerca al anarquismo.

Ël mismo contó que durante su estadía en París practicaba durante el día su trabajo de laboratorio (ya que era físico-matemático) y que en las noches frecuentaba los suburbios y los bares a los que frecuentaban los artistas surrealistas. Así es que su vida iba en una suerte de péndulo que iba del bien al mal, o del surrealismo a la realidad pura.

Y es cierto o que dices tú, Romeo, que él mismo dijo que cuando vivió en París le tocó ir de aquí para allá entre sus estudios de matemático y físico y sus salidas con artistas surrealistas. Tal cual fue lo que escribió al respecto de esas experiencias en Europa:

“Durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas. En el Dome y en el Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura, pasábamos horas elaborando cadáveres exquisitos”.

A fines de a década del 30 lo transfirieron al Instituto Tecnológico de Massachusetts, así que debió irse de Europa rumbo a Estados Unidos. Esto sucedió antes de Segunda Guerra Mundial, y en 1947 regresó a la Argentina en donde descubrió, según ha contado, que el país del cono sur no había recibido los efectos devastadores de la guerra.

Dicen que aunque volvió de Estados Unidos a la Argentina con la intención de abandonar las matemáticas y la ciencia, lo convinieron para que continuara en el campo y le ofrecieron una cátedra de ingeniería en la Universidad Nacional de La Plata, el mismo lugar en el que estudió. Además, hizo un pos grado. Pero al tiempo escribió la desazón que sentía con respecto a las ciencias:

“En el laboratorio Curie, en una de las más altas metas a las que podía aspirar un físico, me encontré vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí avanzando por una fuerte inercia que mi alma rechazaba”.

Así fue que en el año 1941 publicó un análisis critico sobre un libro de Adolfo Bioy Casares: “la invención de Morel”, el que publicó en una revista platense. Luego colaboró con la publicación Sur, que estaba dirigida por Victoria Ocampo. Sin saberlo, esas primeras apariciones serían el paso para su abandono a las ciencias exactas.

Claro es que luego de que empezó a publicar artículos y notas literarias no paró y continuó haciéndolo casi hasta el final de sus días, al menos hasta que la vista se lo permitió. Colaboró para el suplemento cultural del diario la Nación de Argentina y además realizó traducciones.

Su primer libro de ficción fue publicado en el año 1945 y fue “Uno y el universo”, un trabajo que reunía relatos filosóficos en los que denuncia una suerte de desidia moral de las ciencias, lo que a su vez conduce a una especie de visión deshumanizada de la sociedad. En el mismo año en que salió “uno y el universo” gano un premio por su prosa. Fue director por dos meses de la Unesco pero renunció al cargo por razones ideológicas. Singular, dinámico, extrovertido y muy pensante, Ernesto Sábato se destacó, justamente, por su singular manera de ver y criticar al mundo.

Su muerte llegó en el mes de abril del 2011, pocos días antes de que cumpliera los cien años. Al momento de su fallecimiento estaba prácticamente ciego pero muy lúcido. Su funeral, que se realizó en un club de la localidad de santos Lugares, en donde vivió sus últimos años, fue muy populoso y fueron personajes de remarcada importancia para la cultura argentina. Su colaboradora cercana fue quien anunció su muerte a los medios de comunicación y dijo acerca de Sábato:

“Estaba sufriendo hace tiempo, pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música”.

Las repercusiones tras su muerte fueron inmediatas y se propagó la noticia por Latinoamérica y el mundo, saliendo sus obituarios en los diarios más importantes de Europa, Estados Unidos y el Cono Sur. Fue, sin dudas, un personaje polémico a quien no le tembló el pulso cuando tuvo que renuncia a las cosas en las que había creído y que ya no creía, como lo fue su renuncia al partido comunista o cuando dejó el mundo de las ciencias por el de la literatura.