Las renovaciones y los cambios siempre tienen enemigos, que son las personas más ancladas en el pasado. Pero creo que no se trata tanto de ver si nos gusta o nos disgusta eso que llamas "nueva literatura"; de lo que se trata en mi opinión es de reconocer una realidad. Hoy internet y las redes sociales ocupan el papel protagonista que ocupan, y eso son lentejas, o las tomas o las dejas; no hay más.
Y también hay que asumir otra realidad histórica: el lenguaje es una herramienta para comunicarnos; y es el lenguaje una herramienta viva y cambiante a través del tiempo y el uso. Partiendo del latín hemos llegado a idiomas como el español, el italiano o el francés, por ejemplo. Pura evolución del lenguaje.
Ya me imagino el enfado de los monjes en el siglo XVI. Hasta entonces, entre los siglos X y XVI, más o menos, la "impresión" se realiza en códices (normalmente libros de pergamino), de la mano de unos pacientes monjes que ejercen de amanuenses, copistas, escribas o pendolistas. Y llega el bueno de Juan de Gutemberg y desarrolla la reproducción "masiva" a través de la imprenta.
¿Qué dirían los monjes entonces? Pues que vaya mierda. Lo que muchos conservadores derrotados por los acontecimientos han estado diciendo en las últimas décadas contra la radio, la televisión, internet, las redes sociales, etc. Cuando la realidad es que todos estos artilugios y técnicas realmente han significado atravesar un puente mu parecido al que nos dio el salto desde el códice a la imprenta. En definitiva, es cultura y comunicación en nuevos soportes más masivos y más al alcance de todo el mundo, en tiempo y espacio.
Obviamente, todos estos cambios, estos nuevos soportes, condicionan e influyen en el lenguaje. Faltaría más.
Hemos logrado unos modos de comunicación impregnados de una gran agilidad, simultaneidad y globalidad. Significa que hay un gran uso del lenguaje en cualquier lugar, de cualquier manera y con total inmediatez. Prima la frase corta, ágil, condensada en su significado. En este sentido, además, twitter, por su corsé obligado de 140 caracteres, marca la pauta. Añádase a eso las prisas; vivimos en la prisa constante, y valoramos cada vez más lo gráfico, el mensaje visual y lo corto. Twiter y su lenguaje responde muy fielmente a ese patrón. Pero hay otras figuras de esta nueva literatura con ese mismo marco de fondo, como el microrrelato o el eslogan, por ejemplo.
Probablemente se van a producir evoluciones curiosas, como modificaciones de monosílabos a letras: "d" por "de"; "q" por "que". Se van a perder vocales en el lenguaje escrito; van a primar los sonidos. Y también vamos a madurar mucho en este proceso imparable (hoy, mañana no se sabe) de condensar la mayor información posible en un máximo de 140 caracteres.
Hoy por hoy la manera de comunicarse práctica y ágil a través de internet son las redes sociales. Y mientras sea así, se van a expandir como la mancha de aceite, como así viene ocurriendo desde hace unos años ya. Las redes sociales son un motor de intercambio de información tremendo en todos los ámbitos de nuestras vidas, desde personal al familiar, pasando por el laboral y el lúdico, con gamas temáticas infinitas.
No hay que contraponer el libro a los escritos de internet. Son medios de comunicación diferentes. Pero no olvidemos una cosa: mientras el libro nos aísla, el uso de las redes sociales no es que nos ponga en contacto, sino que es la conexión permanente en sí misma.
Por lo tanto, dejemos de hacer el monje gruñón contra la imprenta. Seamos positivos. Las redes sociales y los demás medios de internet constituyen una realidad, caracterizando históricamente el momento que vivimos. Pues bien, disfrutémoslas, asumamos lo que de avance suponen en la comunicación de las personas, y dejemos que su influencia en el lenguaje sea la que le corresponda.
Si no fuera así, si esto no hubiera sido así durante siglos, seguiríamos hablando en latín.
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