Para comenzar a escribir un libro, una novela, un relato, una poesía o cualquier relato que deseamos escribir, no podemos pasar por alto la esencia de nuestra escritura latina que nos remonta al siglo de Dante Alighieri. A quién no sólo se lo conoce por su famoso libro “La divina comedia” sino por ser el creador del ensayo “De vulgari eloquentia”.
Dante, en dicho ensayo, desea encontrar a la lengua italiana en la lengua vulgar. A este fin, establece la diferencia entre lengua vulgar y gramatical, considerando a la primera como aquella que es heredada y sin normas, mientras que presenta a la segunda como producto del arte, como una lengua que los romanos llamaron gramatical, pero que no es dominada por todos los hombres ya que su estudio demanda largo tiempo y esfuerzo. De allí que considere como lengua más noble a la vulgar, ya que es la utilizada por todo el género humano y por estar a su disposición sin dificultades. Es decir, que para el Dante la lengua vulgar es la lengua de todos los ámbitos sociales y políticos de una sociedad porque es la que todos hablan y comprenden.
Dante se embarca en este puerto lingüístico para señalar que la lengua que marca nacionalidad, por ser común a todos los italianos, es "el lenguaje ilustre, cardinal, fundamental, áulico y curial es el vulgar de Italia, el cual pertenece a todas las ciudades italianas y no es exclusivo de ninguna y con el cual se mide, se pesa y se compara la lengua vulgar de todas las ciudades italianas”. A dicha lengua la califica como ilustre en cuanto brilla con luz propia e ilumina a quienes la usan; la llama literaria porque es la que utilizaron todos los ilustres poetas que compusieron en lengua vulgar italiana. Por ello cuando queramos escribir no olvidemos que debemos hablar y escribir en "lengua vulgar", ¿Por qué acaso no escribimos para ser comprendidos por un “otro”?
Claro que escribimos para un "otro" que expectante aguarda el comienzo, el nudo y desenlace de nuestra obra. Dante Alighieri fue uno de los maestros de la literatura, él nos enseñó y nos hizo dar cuenta de la importancia de la lengua, del deseo y la satisfacción de ser entendidos por un "otro". Eso me hizo pensar que el escritor siempre debe escribir para que un otro lo comprenda, porque si no termina escribiendo para sí mismo y nadie entiende lo que quería decir. Eso sucede cuando uno lee un libro sumamente complejo, con una sintaxis enrevesada y un léxico poco claro, todo se pierde, nada se entiende y el lector no puede hacer más que dejar el libro y tomar otro. Es todo un desafío escribir pero siempre debe hacerse teniendo presente a aquel otro que va a consumir y a disfrutar tu obra. No se olviden de ello.
Marcadores