Violencia de género en las guerras

La asesora del Comité internacional de la cruz Roja, Nadine Puechguirbal, realizó un ensayo sobre la violencia en los conflictos armado, el cual publicó hace unos años en un libro, en el marco del día Internacional de la no violencia contra la mujer. Este trabajo es muy sustancioso, ya que ayuda a prevenir este tipo de violencia de género.

Dice Nadine en su ensayo: “En casi todos los conflictos armados, se han registrado casos horrendos de violación y otras formas de violencia sexual. En realidad, durante mucho tiempo se subestimó la magnitud del problema. Esto se debe principalmente a que las mujeres suelen callar lo que les pasó porque tiene miedo que sus familias y la propia comunidad las rechacen. Por eso es muy difícil saber a ciencia cierta los números pero lo que sí sabemos es que la violencia sexual es un problema generalizado y que, en algunos conflictos, se la utiliza como método de guerra”.

En su ensayo, la asesora del Comité Internacional de la Cruz Roja explica qué es lo que quiere decir eso de “violencia de género en los conflictos armados” y desarrolla:

“Cuando las fuerzas armadas o los grupos armados utilizan la violencia sexual para dominar una comunidad, atemorizarla o forzarla a instalarse en otro lugar, esa violencia se convierte en un método de guerra. Al abusar sexualmente de las mujeres, los portadores de armas humillan y desmoralizan a los hombres que fueron incapaces de protegerlas y el daño a la vida cultural y comunitaria puede persistir durante generaciones”.

En este capitulo, Nadine pone de ejemplo a la guerra sucedida en los Balcanes, durante la década del 90, “en donde los soldados hicieron violaciones en los años 1990, se recurrió a la violación sistemática y al embarazo forzado para destruir la identidad de determinados grupos étnicos”.

No obstante, asegura que es posible hacer una prevención de este tipo de violencia pero para ello es imprescindible no hacer una naturalización de la violencia.

Indudablemente que la violencia de género, ya sea durante las guerras o en condiciones sociales y civiles normales, afecta en sobremanera la vida de las mujeres que la padecen. Al respecto explica la asesora de la Cruz Roja Nadine Puechguirbal, en su ensayo:

“La violación puede tener graves consecuencias físicas, como infertilidad, incontinencia e infecciones transmitidas sexualmente, como VIH/SIDA. Las víctimas también sufren psicológicamente, ya que pueden sentir vergüenza, humillación y culpa, lo que puede provocarles depresiones severas e incluso llevarlas al suicidio”.

“Otra consecuencia es el miedo a la estigmatización. Muchas mujeres son rechazadas por sus familias y comunidades por haber sido violadas. La culpa de la pérdida del honor suele recaer en la mujer, y no en el violador, sobre todo si la mujer ya ha llegado a la pubertad. La situación es incluso peor cuando la mujer queda embarazada como resultado de la violación; no sólo se percibe que la violación ha “ensuciado” la descendencia, sino que el niño nacido de una violación puede ser abandonado o asesinado y, en muchos casos, la víctima o su familia intentarán el aborto recurriendo a métodos muy riesgosos para su salud”.

Otro tipo de violencia contra la mujer, aunque no tiene ni por asomo comparación con las violaciones, es la violencia llamada “económica o patrimonial”. Para quienes hemos estado casadas y felizmente divorciadas, leyendo esto cuesta un poco discernir los límites, porque realmente las líneas de este tipo de violencia económica o patrimonial son bastantes difusas.

Este tipo de violencia consiste en ocasionar perjuicio en los ingresos o coartar los progresos económicos de la mujer. Les doy como ejemplo cuando el hombre insta a las mujeres a dejar de trabajar para que pasen más tiempo con los chicos. Una vez que esto ocurre, se encuentran con que dependen única y exclusivamente de la plata que el marido les dé y es ahí cuando el marido comienza a dejar cada vez menos plata en la casa y a controlar los gastos. Y lo que a primera vista parecía un acto de generosidad, termina siendo un mecanismo de control.

Otro tipo de violencia contra la mujer es la psicológica y es la afecta en lo emocional, produciendo una baja en la autoestima con el único fin de degradar y controlar las emociones. Muchas de estas formas de violencia están naturalizadas de tal forma en la sociedad, que muchas veces somos espectadores de estas situaciones en bares o en lugares públicos y llegamos a ser indiferentes o a no verlas como una verdadera agresión. Muchas veces también ocurren en presencia de los hijos, con el agravante de que se vuelven propensos a repetir los patrones en la adultez, generando otro nuevo circuito de violencia cuando constituyan su propia familia.

También está la que también se conoce como violencia invisible, y es la violencia simbólica que generalmente se produce a través de los medios de comunicación. No se usa la fuerza pero se instala un discurso dominante. Es por ello que da para pensar en cuánto tiene que ver la reproducción cultural en la naturalización de determinados valores.

La violencia familair se da, por lo general, en una familia que tiene una estructura muy rígida, verticalista, autoritaria, que discrimina entre varones y mujeres, con roles estereotipados, intolerante y castigadora, en la que se cree que se debe obedecer ciegamente y en la que se castiga o maltrata creyendo que eso constituye un estímulo para la superación personal. En ella se suele utilizar la crítica, la humillación, el silencio, las prohibiciones no razonables, el control y la vigilancia o el retacear el dinero, como formas de ejercer el dominio desde uno de los miembros sobre el resto de la familia. Las decisiones son unilaterales, no hay diálogo e impera el temor y la sensación de culpa en quienes reciben el maltrato.

A veces las personas involucradas no se reconocen como inmersas en un cuadro de Violencia Familiar, pues muchas de sus características coinciden con el perfil tradicional de las antiguas familias en las que un varón ejercía un poder absoluto sobre su familia. Ahora vemos esta situación como una de las formas en que se naturalizó la violencia y quedó oculta dentro de la organización y contexto social en el curso de la historia.