La generación del 98

Miguel de Unamuno fue uno de los referentes de los escritores encasillados dentro de la “Generación del 98”, que nacieron entre los años 1964 y 1876. Con ese rótulo se agrupó a un selecto número de autores de diversos géneros entre los que se cuenta la poesía, el ensayo, las novelas y el teatro español.

Un punto en común de estos escritores es que se han sentido tocados por una especie de crisis moral, aunque también política y social que asolo a España durante la guerra entre los españoles y los estadounidenses.

Los primeros autores que surgieron de esta generación del 98 fueron Pío Baroja, Ramiro de Maeztu y José Martínez Ruiz Azorín quienes se iniciaron en el camino de la literatura desde muy jóvenes que abordaban en sus escritos el bien y el mal. Aunque en principio decían integrar “la generación de los tres”, postulado que fue derribado más tarde cuando se inicia un dilema que luego Pedro Salinas confirmaría.

Los escritores que integraban la llamada “generación del 98” mantenían muchos puntos de referencia entre sí, comenzando por sus años de nacimiento, pero también siendo todos ellos influenciados en sus obras y pensamientos por la filosofía de Frederic Nietzsche.

Uno de los puntos de consonancia era su pasión y atracción por la provincia de Castilla, pero en espacial por ese sector de la provincia en donde habitaban campesinos, abandonados y pobres, plasmando en sus libros poéticos y prosaicos las bellezas de sus paisajes, casi como un diario de viaje.

Otra característica es que especificaban entre “dos Españas”, una que era la real, en donde había pobreza, injusticia y miseria y otra que encerraba la falsedad y la hipocresía de los ricos y se preocupaban por el pensamiento de los más jóvenes en ese contexto.
Todos mantenían una actitud pesimista en cuanto a las soluciones de los problemas sociales que les preocupaban.

Las características que mantenían en común los escritores de la Generación del 98 eran muchas, por lo cual seguiré contando acerca de ellos en estas líneas:
Los integrantes de este grupo van creando nuevas formas literarias, despegándose de los cánones tradicionales. Por ejemplo, Pío Baroja se explaya en novelas amplias y diversificadas. En el caso de Miguel de Unamuno, hace relatos que cargan tintes impresionistas y Azorín crea espacios diferentes en donde cuenta historias que se desarrollan en distintos espacios y tiempo.

Estos autores no se sienten atraídos e influenciados por la novela realista europea, que era un auge en ese momento y es por ello que tratan de llevar a la narrativa un lenguaje más sencillo y campesino.

La mayoría de sus obras son subjetivas y es por eso que coinciden en la teoría del regeneracionismo, en sus aspectos estilísticos y de esta forma sentaron bases casi irrefutables de que habían formado una generación definida y bien marcada de escritores.

“El mundo es ansí” es el segundo libro de Pío Baroja, de la famosa saga de novelas que llamó “Las ciudades”. La primera fue el título “César o nada” y la tercera “La sensualidad pervertida”.

En esta serie de tres tomos el notable autor, que formó parte de la llamada “Generación del 98”, habla sobre la vida social y los aspectos éticos y morales de la burguesía española del siglo XIX.

La trama de “El mundo es ansí” cuenta la vida de la hija de un zar, llamada Sacha, que en vez de estar del lado del imperio de su padre, elige acompañar los ideales de la revolución. La muchacha viaja por Europa y contrae matrimonio con el artista plástico español Juan de Velasco pero se separa porque no se lleva muy bien con su marido, ni tampoco se siente cómoda viviendo en España, en donde advierte que es un país que tiene una mirada cerrada de la realidad.