Hola poetas foristas, en esta oportunidad quiero traer a escena a un poeta argentino llamado Juan. L. Ortiz y voy a contarles sobre la dialéctica que existe entre política y poesía en una de su obra más polémica titulada “El alba sube” publicada en 1936.
Para comenzar me parece fundamental señalar que el contexto en el que se escribe y publica la obra es el de la guerra civil española. Este dato es fundamental ya que conforma el corpus de los poemas y asume para dicha tarea el papel de un poeta social.
En un artículo escrito por el mismo Juan L dice que si el paisaje está manchado de injusticia la elegía deberá ser una elegía combatiente que contribuya, a través de la acción política, a la desaparición de la pobreza, la guerra, etcétera. Y que será la que devuelva al hombre la armonía perdida. Con esto, el autor nos quiere decir, que el hombre perdió la armonía frente a los horrores y errores de la guerra y la pobreza y que es necesario volver a recuperar esa armonía perdida a través de la poesía pero de una poesía que tenga como trasfondo la política.
Lo político en Ortiz se introduce y se hace visible en su poesía a partir de tres momentos.
En un primer momento hay una contemplación del paisaje que se ve interrumpida por la aparición del adverbio “Pero” que es el que introduce la desigualdad, el horror a la guerra, la pobreza y es el que precisamente romperá con esa armonía. Y por último a partir de esa tensión se vislumbra, al final del poema, cierta idea utópica de futuro.
Para ejemplificar los tres momentos veamos uno de sus poemas:

Estos hombres

Estos hombres que vuelven,
sienten la gracia
de los puros espíritus
del crepúsculo?
Se diría que sí.
Parecen flotantes
fantasmas pálidos.
Los que están parados
en las puertas
frente al dulce abanico de luz última
-nobles estatuas de melancolía-
sentirán aún más
la caricia de impalpables alas extrañas?
Ah, si ciertamente fuera así,
una serena dicha fuera nuestra.
Pero aquel hombre vago sólo siente
que a la inseguridad terrible de su vida
se une la tierra negra,
que en su casa deshecha no le espera la lámpara
rodeada de risas,
sino un montón oscuro
de infantiles figuras contraídas,
y la desesperada, femenina, pregunta cotidiana.
Pero yo sé que un día verás, oh hermano mío,
en el horizonte,
temblar, bajo el rocío, para ti, limpios jardines...

En los primeros versos se puede observar, el primer momento, la contemplación del paisaje.
Ya a partir del verso dieciséis, con la aparición del adverbio PERO, se ve el resquebrajamiento de la armonía.
Y por último, los tres últimos versos, representan la idea utópica de futuro diciendo “yo sé que un día verás…”
Con esto, lo que intente señalar, es que Juan L es un hombre que siente y sufre la angustia del mundo y que es precisamente un poeta que va a dar cuenta de ese dolor a través de su poesía construyendo una intimidad y un paisaje único que no se verá afectado por la interrupción de lo político. Dicho de otro modo, su sensibilidad, su voz, su poesía, no se debilita con el ingreso de la política. Es decir, que Juan L. no abandona lo poético para decir lo político, sino que por el contrario le agrega a sus poemas matices y tensión, los enriquece.
Finalizo este pequeño análisis reteniendo las palabras del propio autor sobre el ser poeta: “El poeta es un descubridor que pone en función todas sus potencialidades intelectuales pero en una tensión muy especial, en la que esa misma razón -que es patrimonio de todos- está como diríamos “ardiendo” y en otra dimensión que va más allá de la razón.