Francisco Luis Bernádez

Francisco Luis Bernárdez fue un gran poeta argentino del siglo XX que nació en Buenos Aires en el año 1900. Era hijo de inmigrantes españoles, y cuando cumplió veinte años viajó a la patria de sus antepasados, en Europa y allí vivió hasta el año 1924.

Fue un gran lector, sobre todo en los tiempos en que vivió en Europa y se inclinó por los poetas modernistas que indefectiblemente influenciaron en sus escritos. Trabajó como periodista en y se codeó con personajes importantes de la literatura y el periodismo español como Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

Algunos de sus versos dicen:


Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

En el año 1924 Francisco Luis Berbardez volvió a Argentina y allí formó parte del conocido grupo de Florida y publicó en la revista Martín Fierro. Se trataba de un grupo de intelectuales formado por prestigiosos escritores de vanguardia que marcó un cambio de paeradigmas en esa rama del arte.

En 1925 Francisco Luis Bernárdez hizo amistad con Jorge Luis Borges, quien entonces no era un escritor conocido. Participó también de la segunda época de la revista Proa en las Letras y en las Artes, animada por un grupo literario integrado por Ricardo Güiraldes, Alfredo Brandán Caraffa, Pablo Rojas Paz y el propio Borges.

Más de sus versos:

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Francisco Luis Bernardez trabajó como periodista del diario La Nación, en Buenos Aires. Desde 1928 escribió para la revista Criterio, en la que habían participado o participarían literatos de renombre, como G. K. Chesterton, Baldomero Fernández Moreno, Gabriela Mistral, y Jorge Luis Borges, e integró el grupo fundador del diario El Mundo, que estuvo muchos años bajo la dirección del gran escritor Roberto Arlt.

Comparto fragmentos de uno de sus sonetos:


Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.