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En 1917 conoce a Mirtho (Zoila Rosa Cuadra), una muchacha de quince años con quien sostiene un apasionado y corto romance. Al parecer, Vallejo intenta suicidarse a causa del desengaño. Sea como fuese, es convencido por sus amigos para viajar a Lima a fin de proseguir sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y conseguir su doctorado en Letras y Derecho.
Su poema el pan:
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!
Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!
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Cuando finaliza sus estudios de bachiller en Trujillo,César Vallejo conoce a una muchacha mucho más joven que él, llamada Zoila Rosa Cuadra, con quien tiene un romance muy profundo aunque pasajero. Según cuentan los biógrafos del poeta, la muchacha lo engaño y él intentó quitarse la vida. Así, sus amigos le insisten para que viaje a Lima y siga con sus estudios universitarios. Alli se gradúa como doctor en Letras y en Derecho. Más de sus poemas:
“Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.
En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso”.
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Tanto le insistieron sus buenos amigos a César Vallejo que lo convencieron y viajó a Lima, en donde se codea con los más altos intelectuales del momento como Clemente Palma, también peruano quien era un opositor a la poesía de Vallejo, incluso, había escrito un mal comentario sobre el poema de Vallejo llamado A su amada. Pero al final, entablaron amistad y el poeta también lo hizo con otros respetados intelectuales y comenzó a gozar de reconocimiento entre sus pares. Cada vez, César Vallejo era más respetado y admirado por los jóvenes sobre todo, pero también por los poetas más importantes de Lima Mas de sus versos que dicen:
“Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos”.
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La vida de Cesar Vallejo fue siempre de un perfil muy bajo. En el año 1918 el poeta entra a trabajar como maestro en un colegio de Lima, Perú y como en ese mismo año fallece quien era el director, Vallejo toma su lugar. En ese tiempo es que se enamora de una mujer llamada Otilia Villanueva, que tenía 15 años y espor ello que pierde su puesto de trabajo y lo echan del colegio. A esa mujer adolescente es que dedica muchos de sus poemas publicados en el libro Trilce. Algunos de sus versos son:
“En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez que habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos”.
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En el año 1919, un año después que lo expulsaran del cargo de director de la escuela de Lima por haberse enamorado de una joven de 15 años, César Vallejo ingresa como inspector y maestro de Gramática Castellana en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Fue en ese amo en que publica su primer y gran libro de poemas llamado los heraldos negros. Siempre mantuvo una línea poética que se extendería a lo largo de toda su obra: el existencialismo, el cargo de culpa, la angustia y el sufrimiento serían parte de su poética. Más de sus versos:
“Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo”.
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Cuando muere la madre de César Vallejo, en el año 1918, el se siente perdido y muy triste, por lo que decide irse a vivir a Santiago de Chuco. En esta époica le empiezan a suceder una desgracia tras otra. Una de ellas es que se produce el incendio de una casa en el pueblo y Vallejo es acusado de ser responsable por lo que es apresado y debió estar en la carcel durante más de tres meses. Mientras está preso gana el segundo premio por la Municipalidad de Trujillo con el poema "Fabla de gesta (Elogio al Marqués de Torre Tagle)",pero es desierto y no se lo dan. Más versos de César Vallejo:
“Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...”.