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Una de las obras narrativas más famosas en el mundo, de Juan Ramón Jiménez fue, sin dudas, Platero y yo. La escribió en el año 1914 y tuvo numerosas traducciones. En muchos países de Latinoamérica este libro fue material de estudio obligatorio en las escuelas primarias durante muchos años. Trata sobre la vida de un burro llamado platero que es de color negro azabache y muy bueno con el niño, quien se encariña mucho con el animal.
Más poemas de Juan Ramón Jiménez:
¡Pues eres puro, eres
eterno! A tu presencia,
vuelven por el azul, en blanco bando,
blancas palomas que creíamos muertas...
Abres la sola flor con nuevas hojas...
Doras la inmortal luz con lenguas nuevas...
¡Eres eterno, amor,
como la primavera!
Doraba la luna el río
-¡fresco de la madrugada!-.
Por el mar venían olas
teñidas de luz de alba.
El campo débil y triste
se iba alumbrando. Quedaba
el canto roto de un grillo,
la queja oscura de un agua.
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Los analistas de la obra del español Juan Ramón Jiménez aseguran que a partir de la aparición de su libro Estío, en el año 1916, hay un cambio importante en su estética. De este modo se aleja de las costumbres literarias que imponía el modernismo y así es que no hay más melancolía ni tramas espesas en sus obras y se nota la búsqueda de una palabra más limpia.
Más de los bellos poemas de Juan Ramón Jiménez:
Huía el viento a su gruta,
el horror a su cabaña;
en el verde de los pinos
se iban abriendo las alas.
Las estrellas se morían,
se rasaba la montaña;
allá en el pozo del huerto
la golondrina cantaba.
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El poeta Juan Ramón Jiménez viaja a América en varias ocasiones, en donde difundió su obra y ganó de mucho reconocimiento entre sus pares y lectores. La primera vez que viaja fue en 1916, momento en que se codea con los importantes intelectuales de la época. Al viajar en vapor hacia el nuevo continente, Jiménez siente una profunda admiración por el mar y le dedica muchos de sus poemas.
Ahora seguiré compartiendo más de sus bellos versos que dicen:
“Pero tú siempre virjen,
sombra; como aquel día
en que primero vine
llamando a tu secreto,
cargado de afán libre.
¡Virjen oscura y plena,
pasada de hondos iris
que apenas se ven; toda
negra, con las sublimes
estrellas, que no llegan
(arriba) a descubrirte!”.
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Juan Ramón Jiménez quiso perfeccionarse en su escritura y cada vez fue haciendo poemas más bellos y depurados en la parte estética, logrando una sencillez muy sentimental y que gustaba mucho a los lectores. Entre los libros que pertenecen a la etapa en que el escritor quiso alcanzar un grado de madurez importante en sus creaciones están Diario de un poeta recién casado, Primera antología poética, Eternidades, Piedra y cielo y Belleza.
Más poemas de Juan Ramón Jiménez:
Aquella tarde, al decirle
que me alejaba del pueblo,
me miró triste, muy triste,
vagamente sonriendo.
Me dijo: ¿Por qué te vas?
Le dije: Porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.
-¿Por qué te vas?- He sentido
que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.
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Qué bueno que has traído a este poeta maravilloso que es Juan Ramón Jiménez, querido Sandokán. Aprovecharé, entonces, para recordar uno de sus libros que fue el llamado Diario de un poeta recién casado, el cual años más tarde de su primera aparición, en el año 1948, llevaría por nombre Diario de poeta y mar, lo que hizo el mismo autor para que aparezca el apellido de su mujer que era Aymar.
Esta poesía, según aseguran quienes se dedicaron a analizarla, es limpia y depurada y no cuenta ninguna anécdota sino que hace una especie de elegía a lo que lo rodea. Algunos de los versos que pertenecen a esta etapa son:
“Ayer tarde,
volvía yo con las nubes
que entraban bajos rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos constantes.
La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.
El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
sólo yo podía estar
entre las rosas finales”.
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Otro de los libros que pertenecen a la etapa más depurada e intelectual de Juan Ramón Jiménez es el titulado “En Piedra y cielo”, el cual fue publicado por primera vez en el año 1919. Este poemario gira en torno a la poesía como hecho en sí y al poema lo valora como una obra de arte en sí misma. El poeta es el centro del mundo y se loa dora como a una divinidad.
Otros de los versos que corresponden a esta etapa inigualable del escritor español dicen:
“Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.
Los árboles se olvidaron,
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.
Me retardé hasta la estrella.
En vuelo de luz suave,
fui saliéndome a la orilla,
con la luna ya en el aire”.
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En el año 1923 Juan Ramón Jiménez publica un nuevo libro al que llamó “La Estación total” y en él reúne aquellos versos que escribió en su tierra natal y que llevaría luego a América en donde edita este poemario. Enemistado con el gobierno del general Franco y declarándose acérrimo opositor, el español se exilia en Buenos Aires. Durante esta época el autor sigue en esa búsqueda de la sublimación poética y de la perfección, generando versos tan bellos como éstos
”Cuando yo ya me salía,
vi a los árboles mirarme.
Se daban cuenta de todo
y me apenaba dejarles.
Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?
¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.
Y ya muy tarde, ayer tarde,
oí hablarme a los árboles”.
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Muchos han criticado a Juan Ramón Jiménez ya que en su afán de llegar a la perfección lírica llegó a considerarse él mismo como un ser superior. Crea nuevas palabras y usa entonces neologismos y algunas estrofas son de difícil lectura. Sin embargo, cada vez goza de mayor prestigio y muchos intelectuales de renombre lo buscan para que prologue y comente sus libros. Algunos de sus últimos libros fueron “Animal de fondo”,”Tercera antología poética”, “En el otro costado”y Dios deseado y deseante”.
Otros poemas de Juan Ramón Jiménez dicen así:
“Belleza cotidiana -amor tranquilo-,
¡qué bella eres ahora!
¡Sí, en todo vives tú! ¡Mata que fue
esqueleto sin luz, hoy toda es rosas;
vereda que te ibas, como el enterrador
al cementerio, por la gavia roja y apestosa
de perros muertos y de almejas malas:
cómo vienes a mí,
clara, saltona,
igual que un niño! Agua muda y verde
de mis penas, hoy límpida y sonora
de mi alegría, ¿qué ruedas de oro y plata
le das a mi ventura misteriosa?”.
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Los libros que Juan Ramón Jiménez publico entre los años 1926 y 1936 son considerado por los analistas de su obra como pertenecientes a la etapa de madurez e intelectualidad del escritor. En el llamado “Animal de fondo” el poeta busca la existencia de Dios, al que encuentra nada más ni nada menos que dentro de sí mismo. En otro poemario llamado “Dios deseado y deseante” es como una continuación del anterior en el que se ve reflejado en el dios que busca.
Más de sus poemas:
“¡Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo!
¡Deja: que abran todos mis
sueños y todos mis lirios!
Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño...
El agua lo va temblando,
entre las flores del río;
lo va soñando la niebla,
lo están cantando los pinos
-y la luna rosa- y el
corazón de tu molino...”.
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Uno de los libros de narrativa más vanagloriados de Juan Ramón Jiménez fue Platero y yo. Es un libro que tiene nada menos que 138 capítulos. Está escrito de manera sencilla pero muy prolijamente. Según el escritor afirmó sobre esta obra, fue pensada para el público adulto pero causó sensación en los lectores infantiles. Dijo Juan Ramón Jiménez sobre Platero y yo: «Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».
Otros de sus versos son:
“¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
-¡Oh corazón falaz, mente indecisa!-
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
Tan leve, tan voluble, tan ligera
cual estival vilano... ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa...
¡Vana en el aire, igual que una bandera!”.