En el prólogo de la carta episcopal que aprueba las torturas, el obispo Caggiano dice que hay que prepararse a una lucha a muerte en una guerra ideológica, contra enemigos que todavía no han presionado las armas, en donde muestra, con claridad, que se estaban preparando desde tiempo antes que apareciera la primera organización guerrillera en el país. Este libro era volcado en la revista Verbo, publicada por el episcopado argentino y dirigido directamente a los militares y a sacerdotes en funciones castrenses.
También hubo otro libro, escrito por un presunto capellán, bajo el pseudónimo de Pedro Marcial Castillo. Se llamó “Fuerzas armadas, ética y represión”, que estaba dirigido a los oficiales de las Fuerzas Armadas, y sostenía que cada soldado debía ser un cruzado por Dios y por la Patria. Este libro sigue y remarca las doctrinas de Santo Tomás, donde dice que la única causa legítima de la guerra es castigar o reprimir una ofensa del orden moral y que la paz de Cristo empieza con la espada de la justicia.
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