Por otra parte, con cada serie que desaparecía -tal tribu del Matto Grosso por ejemplo, en manos de los grandes propietarios-, montones de dioses, que habían concebido, engendrado y organizado el universo para ofrecérselo como regalo a los hombres, se borraban para siempre con el universo que habían creado y con las criaturas que lo habitaban. Y si los sobrevivientes, después de lo que le había sucedido a la inmensa mayoría de la serie a la que pertenecían, seguían adorando a los dioses que habían permitido que tales cosas sucedieran, no solamente profanaban la memoria de los que habían desaparecido, sino que se ridiculizaban y, por esa misma razón, también volvían ridículos a sus dioses.
"¡Que no haya eternidad, y si hay, que no haya, al menos, en ella, asociaciones!", empezó a repetirse en secreto Goldstein, en los primeros meses en los que esa asociación inconsciente y autónoma, cuya causa precisa (el primer término de la asociación)
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