"La niña con cara de vieja se lo había dicho. Ya había transformado en muñecas a otras niñas del parvulario y en algún momento pensaba hacer lo mismo con ella. Y para acabar de convencerla le hablaba de las muñecas de su habitación. Entonces se acordaba de la muñeca rubia, de cabellos enredados y expresión desquiciada. No pensaba en ninguna otra, sólo en esa. La imaginaba de carne y empezaba a tiritar. Su madre la mandaba a la cama y le ponía el termómetro. Luego le traía un vaso de leche caliente, pero no podía dormir porque esos pequeños placeres del cariño y los desvelos maternos se le antojaban los últimos. Y así un día y otro. La transformación no llegaba nunca, a veces la presentía cerca y cerraba los ojos con fuerza. Otras veces lloraba en silencio en el recreo, sentada en un banco observando a sus compañeras.
Un día, el pupitre de la niña vieja amaneció vacío. No sentaron a nadie en su lugar".
Creo que uno de los atractivos de la microliteratura es que te puedes encontrar pequeñas obras maestras en escritores aficionados, algo difícil en otros géneros que, para empezar, exigen una publicación tradicional. El mundo de internet permite que cualquier persona "publique" sus trabajos sin necesidad de que una editorial te dé el visto bueno. En este caso se trata de un texto aparecido en la revista digital Narrativas y lo firma Rosana Alonso. No sé si trata de una obra maestra, y probablemente no lo sea, pero me gustan mucho aquellos textos que lograr inquietarme. Y este, sin duda alguna, lo ha conseguido.
Curiosa paradoja esta de las muñecas. Utiliza para "inquietarte", Manolo, un elemento muy habitual en la simbología del miedo: la muñeca. Juega con la paradoja de atribuir vida a un ser inerte y también hacer inerte la vida de una niña. También me parece interesante el personaje de la niña con cara de vieja. Es muy visual y logra también elevar el tono de amenaza que sobrevuela la historia. La niñez y el miedo son recursos muy útiles en esta pequeña literatura. Y atención especial para el remate del texto, con esa silla vacía que funciona como corolario aterrador de este texto.
Marcadores