Thomas Mann fue un escritor alemán y ganador del premio Nobel de literatura que escribió una de las novelas más recordadas por la crítica llamada “La muerte en Venecia”.
En “La muerte en Venecia”, se narra la vida de un escritor en una ciudad, Venecia, devastada por la cólera. Ésta novela, en ese caos, es una de las novelas más celebradas porque logró, como ninguna otra en esa época, unir la literatura y el cine. Ya que el cineasta italiano, Luchino Visconti, inspirado en la novela de Thomas Mann, es quien emerge de los avatares del cine para recrear la novela del amor, de la cólera y de la vida de manera tan simple y compleja a la vez.
En "La muerte en Venecia" de Mann se ponen en tela de juicio, el amor homosexual, el cólera y el desprendimiento de una ciudad como Venecia, una ciudad que sirvió como escenario para recrear la belleza de un paisaje en camino a desbarrancarse, no sólo paisajísticamente sino humanamente.
A continuación me gustaría compartir con ustedes un fragmento de "La muerte en Venecia" para que puedan observar lo que representa Venecia para el autor y para la obra en general.
«A Venecia, primera clase. Muy bien, caballero.» Y escribió con grandes caracteres, echó arenilla azul de una caja sobre lo escrito, la vertió en un cacharro, dobló el papel con sus huesudos y amarillos dedos y se puso a escribir de nuevo murmurando al mismo tiempo: «Un viaje bien elegido.
¡Oh, Venecia! ¡Magnífica ciudad! Ciudad de irresistible atracción para las personas ilustradas, tanto por el prestigio de su historia como por sus actuales encantos.» La rapidez de su gesticulación y su monótona cantilena aturdían y molestaban; parecía que procuraba hacer vacilar al viajero en su resolución de viajar a Venecia. Tomó apresuradamente la moneda que Gustavo le dio para pagar, y, con destreza de croupier, dejó caer la vuelta sobre el paño mugriento que cubría la mesa. « ¡Feliz viaje, caballero! —exclamó haciendo una reverencia teatral—. Ha sido para mí un honor el servirle... ¡Caballeros! », Gritó luego alzando la mano con ademán majestuoso, como si el negocio marchase a las mil maravillas, a pesar de que no se aguardaba ya a nadie más. Aschenbach volvió a la cubierta.
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