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Pedro Páramo, de Rulfo
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, fue un gran escritor nacido en México en 1917,pero conocido artísticamente como Juan Rulfo. También fue autor de guiones de cine y fotógrafo. Se lo conoce como partícipe de la llamada generación del 52 y entre sus libros más renombrados están las novelas El llano en llamas y Pedro Páramo, ésta última, publicada en el año 1955.
Juan Rulfo está catalogado como uno de los más célebres escritores de habla hispana del siglo XX. De hecho, el agudo colega y crítico argentino, Jorge Luis Borges, ha hablado muy bien de su obra. Otra curiosidad, es que ambos autores han sido descritos por el sello Alfaguara como los de mayor prestigio del siglo. Rulfo fue narrador, sobre todo, pero un escritor insaciable que renovó y también revolucionó las letras mexicanas, siendo de mucha utilidad para marcar la narrativa de las generaciones siguientes.
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Los analistas y críticos de su obra dicen que en los libros de Juan Rulfo aparece esa dualidad entre la fantasía y la realidad, característica, por qué no comparar, con lo que fue el realismo mágico en Latinoamérica durante los años 60. Casi todas las tramas de sus novelas transcurren en suelo mexicano y aprovecha en ellas para mostrar entramados sociales problemáticos, propios de ese país.
En Pedro Paramo es en donde el autor más despliega esta problemática y fue uno de los que dieron el puntapié para lo que fue el Boom Latinoamericano, con el colombiano Gabriel García Marquez a la cabeza. Sus libros son hoy muy buscados y analizados en las academias y universidades de todo el mundo. Con una voz única y una narrativa impecable, dejó huellas sin dudas en los escritores más jóvenes de habla hispana.
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La vida de Juan Rulfo fue muy dura, desde pequeño, lo que seguramente lo marcó en su vida como escritor. Sus padres murieron cuando él era muy niño. Su padre, primero, cuando juan Rulfo contaba con solamente siete años. Cuatro años más tarde murió su madre y se tuvo que ir a vivir con su abuela a otra ciudad. Después, a la muerte de ésta, debió pasar el resto de su infancia en un orfanato en Guadalajara.
Sin embargo, de espíritu luchador, comenzó sus estudios y luego ingresó en la Universidad. Hizo sus primeras colaboraciones en diarios y revistas de México en el año 1934. También optó por la fotografía, cuando era un boom allá por la década del 40, coincidiendo con la segunda Guerra Mundial. Se casó, fue padre de cuatro hijos y fue editor del Instituto Nacional Indigenista en la Ciudad de México. Siguió colaborando con artículos literarios en diarios y revistas.
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En el año 1945 Juan Rulfo colaboró para la revista Pan, en la que publicó los cuentos “La vida no es muy seria en sus cosas”, “Nos han dado la tierra” así como en “Macario”. Se mudó a la Ciudad de México en 1946 y allí mandó a la revista América otro de sus relatos llamado “Macario”. Dos años más tarde, en 1948, apareció su trabajo titulado “La cuesta de las comadres” y en 1950 “Talpa” y el famoso El llano en llamas. Entre 1956 y 1958 escribió su segunda novela, El gallo de oro, la cual no salió publicada en libro hasta la década del 80.
Juan Rulfo también fue guionista de cine. En 1960 se realizó el filme El despojo, el cual estuvo inspirado en una idea de Rulfo. En 1964 su novela El gallo de oro fue dirigida por Roberto Galvadon y adaptada al cine por el mismo Carlos Fuentes u Gabriel García Márquez.
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Pedro Paramo fue la primera novela que publicó el mexicano Juan Rulfo, Incluso, durante mucho tiempo fue el único libro que se le conoció. El primer título que le iba a poner a esa novela fue Una estrella junto a la luna, y confesó en varias oportunidades a través de cartas, a sus amigos y también a quien era su novia, que era una novela que le estaba dando mucho trabajo.
Otro de los títulos que pensó para Pedro Páramo fue Los murmullos, tal vez inspirado en una de las novelas de William Faulkner. En el año 1953 obtuvo una beca del Centro Mexicano de Escritores y así pudo terminarla. Se va publicando por partes en revistas y al fin y al cabo aparece en un libro en el año 1955. no le fue muy bien y sólo logro vender la mita de las impresiones, y la otra mitad que nos e había vendido opto por regalarla.
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La novela Pedro páramo, de juan Rulfo, se tradujo a varios idiomas, entre ellos el alemán, sueco, inglés, francés, italiano, polaco, noruego, finlandés. Pese a que no obtuvo el éxito de ventas deseado la primera edición d este libro, muchos analistas y críticos aseguraron tempranamente que era una obra maestra.
El célebre escritor argentino y crítico también, Jorge Luis Borges, dijo sobre Pedro Páramo:
“Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura”.
Al respecto de la obra dijo Gabriel García Márquez:
“Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá —casi diez años atrás— había sufrido una conmoción semejante”.
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Otra de las obras reconocidas de Juan Rulfo es El Llano en llamas, un libro de cuentos que apareció en el año 1953 en Ciudad de México. Los cuentos fueron publicados con anterioridad en varias revistas y diarios de la época hasta que al final el escritor pudo publicarlos en un libro. Algunos de los relatos Rulfo los escribió con la ayuda de la Fundación Rockefeller. En sus prosas Rulfo muestra un incipiente realismo mágico pero es de destacar el discurso popular que tienen sus cuentos.
La segunda edición de El llano en llamas aparece en el año 1970, pero ésta incluye dos cuentos nuevos que e llaman El día del derrumbe y La herencia de Matilde Arcángel. Muchos de estos cuentos transcurren en Comala, el cual es también el lugar en donde vive Pedro Páramo, el personaje de su novela más mentada. Otros relatos se ambientan entre 1910 y 1946, período de revolución y guerra en méxico.
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Entre los años 1958 y 1960 Juan Rulfo escribe una novela corta (aunque él mismo la consideraba un cuento) a la que tituló el gallo de oro. Este relato loable aparecerá recién en el año 1980. en este libro el mexicano cuenta la vida de Dionisio, un criador de d e gallos, y de su amada Caponera quien es cantante de tablados o palenques.
La trama entonces aborda la vida de Dionisio Pinzón, quien está enfermo de un brazo, es muy pobre y le obsequian gallo peleador que está a punto de morirse. Dionisio lo cuida con más amor que a su madre que también está enferma y que incluso fallece mientras el hombre se esmera por sacar adelante al animal.
Es tanta la pobreza en la que vive, que debe enterrar a su madre envuelta en mantas viejas y en un cajón de madera hechos con la madera apolillada de la puerta de su casa. Mientras arrastra el cajón con el cadáver es abucheado por los pobladores.
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Una vez que entierra a su madre, sin la ayuda de nadie, el gallo se ha recuperado totalmente y recobra su hermosura. De ese gallo malevo y fuerte es que ha salido el título de la obra, el gallo de oro, ya que en las peleas hace que Dionisio salga de la extrema pobreza en al que había vivido.
Así se va presentando con el gallo en ferias y peleas y conoce a Lorenzo Benavides, uno de los organizadores de pelea de gallos más rico y famoso de todos los tiempos. Dionisio se le enfrenta pero su gallo de oro muere y vuelve a su vida de perdedor. El gallero rico siente pena y le pide que se asocie con él. Dionisio se enamora de la amante de su socio, una cantante de feria llamada Bernarda Cutiño y a quien apodan “La Caponera”. Más que amante, es para Dionisio un amuleto de buena suerte ya que si está con él le hace ganar a los dados y cartas.
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Debido al juego, Dionisio, el personaje de la novela de Juan Rulfo, El gallo de oro, sale de su vida de perdedor y se hace rico. Así es que se casa con su amante y tienen una hija a quien le ponen por nombre Pinzona.
Es tal el grado de riqueza que ha alcanzado el hombre que antes vivía en la pobreza, que decide no ir más de feria en feria y asentarse en un lugar con su familia. Pero siempre sigue jugando con la presencia de su esposa. Aunque no todo irá bien, ya que la mujer, acostumbrada a vagar, se aburre de la vida sedentaria y se deprime y dedica a la bebida lo que al in de cuentas la termina matando.
Con la muerte de la cantante de feria también termina la buena fortuna de Dionisio, quien decide quitarse la vida. La hija, en tanto, crece y se convierte en la profesión de su madre.
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Ya que han publicado todas estas cosas interesantes acerca de las novelas, y de la vida y obra de Juan Rulfo, es una buena ocasión para compartir fragmentos de una entrevista que le hicieron al célebre escritor mexicano en el año 1973 para la revsiat de México, Siempre. En esta entrevista el autor de El gallo de oro habla sobre su historia de vida, sobre sus inicios en la literatura y opina sobre la calidad actual de las narrativas latinoamericanas contemporáneas.
Primero, señor Rulfo, ¿quisiera usted comentar un poco su formación como escritor?
J. R. Bueno, en realidad es un poco difícil buscar el origen de esa formación. No fue una formación formal, sino más bien arbitraria, si se quiere, basada en lecturas no sistemáticas sino de cuanta cosa me caía en las manos. Por lo tanto no hubo una disciplina formal -una búsqueda tal vez de algo que gustara, que tuviera aspectos humanos coincidentes.
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El escritor mexicano, autor de la emblemática obra Pedro Páramo, continúa diciendo en la entrevista que le hicieron de la revista Siempre:
¿Entre estas lecturas más o menos caóticas, pues, había algunas obras que tuvieran una importancia especial?
J. R. Pues sí. Entre ellas, las obras de Knut Hamsun, las cuales leí -absorbí realmente- en una edad temprana. Tenía unos catorce o quince años cuando descubrí este autor, quien me impresionó mucho, llevándome a planos antes desconocidos. A un mundo brumoso, como es el mundo nórdico, ¿no? Pero que al mismo tiempo me sustrajo de esta situación tan luminosa donde vivimos nosotros -este país tan brillante, con esa luz tan intensa. Quizá por cierta tendencia a buscar precisamente algo nublado, algo matizado, no tan duro y tan cortante como era el ambiente en que uno vivía. Entonces, de los autores nórdicos, Knut Hamsun fue en realidad el principio, pero después continué buscándolos, leyéndolos, hasta que agoté los pocos autores conocidos en ese tiempo, como Boyersen, Jens Peter Jacobsen, Selma Lagerlof.
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Juan Rulfo asegura que él fue un ávido lector de Halldor Laxness, incluso desde mucho tiempo antes de que fuera galardonado con el Nobel de Literatura. Según Rulfo,ese tipo de escritores le dotaban de una visión más justa del mundo, lo que hacía que sintiera una simpatía especial por ellos.
Y en literatura mexicana, por ejemplo en la novela de la Revolución Mexicana, ¿hizo lecturas también?
J. R. Sí. Efectivamente, la novela de la Revolución Mexicana me dio más o menos una idea de lo que había sido la Revolución. Yo conocí la historia a través de la narrativa. Ahí comprendí qué había sido la Revolución. No me tocó vivirla. Reconozco que fueron esos autores, hoy subestimados, los que realmente abrieron el ciclo de la novela mexicana. Por ejemplo, Rafael F. Muñoz, Azuela, Martín Luis Guzmán, López y Fuentes sobre todo en Campamento, más que en el resto de su obra. De Muñoz es importante Se llevaron el cañón para Bachimba. También su novela histórica sobre Santa Anna, que trata irónicamente a este personaje de la historia mexicana.
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Aquí sigue la entrevista que le hicieron en 1973 a Juan Rulfo para la revist mexiana Siempre:
¿Y había leído a Yañez antes de empezar a escribir?
J. R. Sí, había leído Al filo del agua antes de escribir Pedro Páramo.
¿Podría dar una idea de cómo llegó a encontrar la manera de escribir Pedro Páramo?
J. R. Pues en primer lugar, fue una búsqueda de estilo. Tenía yo los personajes y el ambiente. Estaba familiarizado con esa región del país, donde había pasado la infancia, y tenía muy ahondadas esas situaciones. Pero no encontraba un modo de expresarlas. Entonces simplemente lo intenté hacer con el lenguaje que yo había oído de mi gente, de la gente de mi pueblo. Había hecho otros intentos -de tipo lingüístico- que habían fracasado porque me resultaban poco académicos y más o menos falsos. Eran incomprensibles en el contexto del ambiente donde yo me había desarrollado. Entonces el sistema aplicado finalmente, primero en los cuentos, después en la novela, fue utilizar el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que yo había oído de mis mayores, y que sigue vivo hasta hoy.
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Apenas salio su novela Pedro páramo, no tuvo el éxito esperado, entonces Juan Rulfo decidió regalar la mitad de los ejemplares que nos e habían vendido. Sobre la crítica, el escritor responde:
¿Cómo ve usted el hecho de que algunos críticos digan que Pedro Páramo es una novela oscura?
J. R. Bueno, para mí también, en realidad, es oscura. Creo que no es una novela de lectura fácil. Sobre todo intenté sugerir ciertos aspectos, no darlos. Quise cerrar los capítulos de una manera total. Se trata de una novela en que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio.
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Acerca de la construcción de la trama como también de los personajes que integraban la novela Pedro Páramo, dijo Juan Rulfo:
“No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquéllos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo, pero eran ánimas, no eran seres vivos”.
Otra pregunta para mí importante: ¿cómo se compagina la visión de un mundo muerto, y por implicación de un México muerto; la visión tan pesimista en donde se niega la progresión del hombre en el tiempo, cómo compaginar esa interpretación tan amarga con la de Juan Rulfo, persona e individuo?
J. R. Bueno, es que en realidad nunca he usado, ni en los cuentos ni en Pedro Páramo, nada autobiográfico. No hay páginas allí que tengan que ver con mi persona ni con mi familia. No utilizo nunca la autobiografía directa. No es porque yo tenga algo en contra de ese modo novelístico. Es simplemente porque los personajes conocidos no me dan la realidad que necesito, y que me dan los personajes imaginados.
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Pero se supone que una novela refleja la visión del mundo que tiene su autor.
J. R. Tal vez en lo profundo haya algo que no esté planteado en forma clara en la superficie de la novela. Yo tuve una infancia muy dura, muy difícil. Una familia que se desintegró muy fácilmente en un lugar que fue totalmente destruido. Desde mi padre y mi madre, inclusive todos los hermanos de mi padre fueron asesinados. Entonces viví en una zona de devastación. No sólo de devastación humana, sino de devastación geográfica. Nunca encontré ni he encontrado hasta la fecha, la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una cosa atávica, una cosa de destino, una cosa ilógica. Hasta hoy no he encontrado el punto de apoyo que me muestre por qué en esta familia mía sucedieron en esa forma, y tan sistemáticamente, esa serie de asesinatos y de crueldades.
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Juan Rulfo es considerado uno de los pioneros en el realismo mágico, aunque su máximo referente fue Gabriel García Marquez. Sobre esto, opinó:
Volviendo al arte de escribir novelas, ¿cómo es el proceso de creación de un personaje?
J. R. No puedo saber hasta ahora qué es lo que me lleva a tratar los temas de mi obra narrativa. No tengo un sentido crítico-analítico preestablecido. Simplemente me imagino un personaje y trato de ver a dónde este personaje, al seguir su curso, me va a llevar. No trato yo de encauzarlo, sino de seguirlo aunque sea por caminos oscuros. Yo empiezo primero imaginándome un personaje. Tengo la idea exacta de cómo es ese personaje. Y entonces lo sigo. Sé que no me va a llevar de una manera en secuencia, sino que a veces va a dar saltos. Lo cual es natural, pues la vida de un hombre nunca es continua. Sobre todo si se trata de hechos. Los hechos humanos no siempre se dan en secuencia. De modo que yo trato de evitar momentos muertos, en que no sucede nada. Doy el salto hasta el momento cuando al personaje le sucede algo, cuando se inicia una acción, y a él le toca accionar, recorrer los sucesos de su vida.
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Siempre los periodistas le preguntaban a Juan Rulfo acerca de su novela Pedro Páramo, la cual si bien fue loada por García Marquez y Jorge Luis Borges, también fue bastante detractada por la crítica de los años 50.
Cambiando un poco el enfoque de esta conversación, ¿diría usted que Pedro Páramo es novela de negación?
J. R. No, en lo absoluto. Simplemente se niegan algunos valores que tradicionalmente se han considerado válidos. Para mí, en lo personal, estos valores no lo son. Por ejemplo, en la cuestión de la creencia, de la fe. Yo fui criado en un ambiente de fe, pero sé que la fe allí ha sido trastocada a tal grado que aparentemente se niega que estos hombres crean, que tengan fe en algo. Pero en realidad precisamente porque tienen fe en algo, por eso han llegado a ese estado. Me refiero a un estado casi negativo. Su fe ha sido destruida. Ellos creyeron alguna vez en algo, los personajes de Pedro Páramo, aunque siguen siendo creyentes, en realidad su fe está deshabitada. No tienen un asidero, una cosa de dónde aferrarse. Tal vez en este sentido se estima que la novela es negativa.
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Sobre aquello de que la novela Pedro Páramo era un relato oscuro, Juan Rulfo dijo en una entrevista dada a la revista Siempre:
“Esto me hace pensar en aquellas personas que piensan que la justicia más justa es la mejor de todas las justicias, cuando es la más grande de las injusticias. Así, en estos casos la fe fanática produce precisamente la antifé, la negación de la fe. Debo hacer una advertencia. Yo procedo de una región donde se produjo más que una revolución -la Revolución Mexicana, la conocida-, en donde se produjo asimismo la revolución cristera. En ésta los hombres combatieron unos en contra de otros sin tener fe en la causa que estaban peleando. Creían combatir por su fe, por una causa santa, pero en realidad, si se mirara con cuidado cuál era la base de su lucha, se encontraría uno que esos hombres eran los más carentes de cristianismo”.
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Las novelas de Juan Rulfo siempre estaban ambientadas en México, y en las localidades que les eran familiares al maravilloso escritor. Aquí hay más de la entrevista que le hicieron en México, en 1973:
Puesto que ya se refirió a su región (Jalisco), ¿no quiere elaborar un poco la personalidad histórica de esa zona?
J. R. Sí, porque hay que entender la historia para entender este fanatismo de que hemos venido hablando. Yo soy de una zona donde la conquista española fue demasiado ruda. Los conquistadores ahí no dejaron ser viviente. Entraron a saco, destruyeron la población indígena, y se establecieron. Toda la región fue colonizada nuevamente por agricultores españoles. Pero el hecho de haber exterminado a la población indígena les trajo una característica muy especial, esa actitud criolla que hasta cierto punto es reaccionaria, conservadora de sus intereses creados. Son intereses que ellos consideraban inalienables. Era lo que ellos cobraban por haber participado en la conquista y en la población de la región. Entonces los hijos de los pobladores, sus descendientes, siempre se consideraron dueños absolutos. Se oponían a cualquier fuerza que pareciera amenazar su propiedad. De ahí la atmósfera de terquedad, de resentimiento acumulado desde siglos atrás, que es un poco el aire que respira el personaje Pedro Páramo desde su niñez. Ahora, para cerrar esta plática, vuelvo al punto del posible negativismo de Pedro Páramo. No creo que sea negativo, sino más bien algo como lo contrario, poner en tela de juicio estas tradiciones nefastas, estas tendencias inhumanas que tienen como únicas consecuencias la crueldad y el sufrimiento.