Comencemos el análisis destacando la hipótesis planteada por Auerbach acerca del realismo en Gargantúa y Pantagruel. Este realismo, que él llama “criatural”, es decir, la falta de pudor y reserva en lo sexual, las bufonadas groseras, se presenta de manera novedosa en Rabelais.
El énfasis, en la obra, está situado en “el cuerpo” como sostén de la vida natural a la que está expuesto el hombre, soporte del placer a través de las diversas funciones corporales (sexo, bebida, alimento), brindando al lector una multiplicidad de puntos de vista desde los que puede acceder a la obra. Ya desde el comienzo podemos observar que Gargantúa es engendrado durante once meses en el vientre de su madre, y que a la hora de describir su lactancia el autor resalta que fueron necesarias diez y siete mil novecientas y trece vacas; también podemos observarlo en el libro de Pantagruel al relatar cómo logró ahogar a los enemigos en su orina. Con esto queremos decir que el trabajo de Auerbach señala que, si bien las obras a las que nos referimos (Gargantúa y Pantagruel) tienen un carácter popular y están inmersas en el siglo XVI en donde sólo una minoría tenía acceso a los libros, a la enseñanza de la lectura y la escritura, estas obras estaban destinadas a ser “leídas”. Así, dice Auerbach, que las obras debían ser leídas porque “a la vida palpitante del hombre y de su naturaleza se dirige el amor de Rabelais”.