Divisiones de la Mitología Germana
He aquí las tres subdivisiones de la Mitología Germana:
Por un lado tenemos el caso de la Mitología Anglosajona, relativa al culto y las tradiciones paganas que los Sajones, Jutos y Anglos llevaron a la isla de Britania durante el Siglo VI, cuando colonizaron su flanco oriental
La Mitología Alemana, por su parte, comprendía a los pueblos originarios germanos que residían en el territorio que actualmente es Alemania, y contando con sus creencias e historias previas a la llegada de la religión Cristiana.
Por último, tenemos el caso de la Mitología Nórdica, también conocida como Mitología Escandinava, siendo promulgada lógicamente en Escandinavia, aunque posteriormente se propagó hacia las regiones de Islandia y Jutlandia, hasta que fue desplazada por las creencias cristianas entre los Siglos IX a XI, compilados en los años sucesivos con relatos que analizaré posteriormente...
Elfos en la Mitología Germana
En esta ocasión traigo unos personajes repetidos en una gran cantidad de relatos fantásticos:
En la mitología Germana en general tienen un papel más que fundamenta los Elfos, que son referidos bajo el nombre de Elben, o inclusive Elfen, derivando de la palabra en Latín que significa “Blanco” (es decir, Albus)
Su descripción está ligada justamente a ello, siendo criaturas blancas, benéficas, siendo contrapuestas a la personalidad grotesca y a veces maligna de los Enanos.
Estas criaturas suelen estar referidas con distintas apariencias dependiendo los autores, pero siempre conservando su bondad, sabiduría y su amistosa personalidad, además de ser los más intrépidos aventureros y eficaces guerreros.
Alberich, Rey de los Elfos
En la época germana media surgió la historia de Nibelungenlied, donde uno de los personajes es justamente Alberich, que es considerado un “Elfo Soberano” en algunos relatos, mientras que en otros es llamado simplemente como un Enano.
Lo cierto es que este nombre lleva la variante de Alberón (en idioma Francés) mientras que al inglés pasó como Oberón, que aparece justamente en Sueño de una noche de Verano, la obra de Shakespeare donde no solo se mencionan a las Hadas, sino también al Rey de los Elfos.
Esta aparición es también frecuente en los mitos que se arraigaron mucho en Dinamarca y Suecia, donde suelen aparecer no uno, sino varios Reyes Elfos, que son acompañados mayormente de las Damas Élficas.
Esto se complementa a lo anteriormente traído referido al poema de Goethe, dedicado al Rey de los Elfos, y la aparición de dicha jerarquía entre esta raza tan llamativa y mencionada en una gran cantidad de historias y leyendas.
¿Elfos? en los Hermanos Grimm
Uno de los cuentos más populares de los Hermanos Grimm, que lleva el nombre original de Die Wichtelmänner es objeto de una gran ambigüedad en lo que respecta al origen de unas criaturas en particular, teniéndose en algunos relatos la afirmación de que se trata de Elfos, mientras que por otro lado son referidos como Enanos, o bien como Duendes.
Es por ello que el título con el que se lo suele encontrar es tanto como el de Los Elfos y el Zapatero, cambiando a “Elfos” por “Gnomos”, “Duendes” y hasta “Enanos” pero sin alterar la esencia del relato en sí.
La confusión se presta a que los simpáticos ayudantes del Zapatero son recompensados con el regalo de unas pequeñas ropas, pero la duda está en si evidentemente son o no Elfos.
¿Qué opináis vosotros? A continuación os pegaré el relato para que saquéis vuestras conclusiones…
Die Wichtëlmanner - Los Elfos y el Zapatero
Hace mucho, mucho tiempo, vivía en un país mágico un humilde zapatero, tan pobre, que llegó un día en que sólo pudo reunir el dinero suficiente para comprar la piel necesaria para hacer un par de zapatos. - No sé qué va a ser de nosotros - decía a su mujer-, si no encuentro un buen comprador o cambia nuestra suerte. Ni siquiera podremos conseguir comida un día más.
Cortó y preparó el cuero que había comprado con la intención de terminar su trabajo al día siguiente, pues estaba ya muy cansado. Después de una noche tranquila llegó el día, y el zapatero se dispuso a comenzar su jornada laboral cuando descubrió sobre la mesa de trabajo dos preciosos zapatos terminados. Estaban cosidos con tanto esmero, con puntadas tan perfectas, que el pobre hombre no podía dar crédito a sus ojos.
Tan bonitos eran, que apenas los vio un caminante a través del escaparate, pagó más de su precio real por comprarlos. El zapatero no cabía en sí de gozo, y fue a contárselo a su mujer: - Con este dinero, podré comprar cuero suficiente para hacer dos pares. Como el día anterior, cortó los patrones y los dejó preparados para terminar el trabajo al día siguiente.
De nuevo se repitió el prodigio, y por la mañana había cuatro zapatos, cosidos y terminados, sobre su banco de trabajo. También esta vez hubo clientes dispuestos a pagar grandes sumas por un trabajo tan excelente y unos zapatos tan exquisitos. Otra noche y otra más, siempre ocurría lo mismo: todo el cuero cortado que el zapatero dejaba en su taller, aparecía convertido en precioso calzado al día siguiente.
Pasó el tiempo, la calidad de los zapatos del zapatero se hizo famosa, y nunca le faltaban clientes en su tienda, ni monedas en su caja, ni comida en su mesa. Ya se acercaba la Navidad, cuando comentó a su mujer: - ¿Qué te parece si nos escondemos esta noche para averiguar quién nos está ayudando de esta manera? A ella le pareció buena la idea y esperaron agazapados detrás de un mueble a que llegara alguien.
Daban doce campanadas en el reloj cuando dos pequeños duendes desnudos aparecieron de la nada y, trepando por las patas de la mesa, alcanzaron su superficie y se pusieron a coser. La aguja corría y el hilo volaba y en un santiamén terminaron todo el trabajo que el hombre había dejado preparado. De un salto desaparecieron y dejaron al zapatero y a su mujer estupefactos.
- ¿Te has fijado en que estos pequeños hombrecillos que vinieron estaban desnudos? Podríamos confeccionarles pequeñas ropitas para que no tengan frío. - Indicó al zapatero su mujer. Él coincidió con su mujer, dejaron colocadas las prendas sobre la mesa en lugar de los patrones de cuero, y por la noche se apostaron tras el mueble para ver cómo reaccionarían los duendes.
Dieron las doce campanadas y aparecieron los duendecillos. Al saltar sobre la mesa parecieron asombrados al ver los trajes, mas, cuando comprobaron que eran de su talla, se vistieron y cantaron: - ¿No somos ya dos mozos guapos y elegantes? ¿Porqué seguir de zapateros como antes? Y tal como habían venido, se fueron. Saltando y dando brincos, desaparecieron.
El zapatero y su mujer se sintieron complacidos al ver a los duendes felices. Y a pesar de que como habían anunciado, no volvieron más, nunca les olvidaron, puesto que jamás faltaron trabajo, comida, ni cosa alguna en la casa del zapatero remendón.