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Pues sí, Manolo. Una de las grandes habilidades de Shakespeare era el manejo de la ironía y el humor. En algunas ocasiones con complicadísimos retruécanos, y otras con humor más “mundano”. En el acto III seguimos viendo como Iago maneja los tiempos con precisión matemática. Interesante la referencia de este personaje a “las ideas peligrosas” en alusión a los celos que ha logrado suscitar a Othello. Nuevamente Shakespeare consigue definir de manera maravillosa el proceso que muchas de estas ideas siguen en nuestro cerebro, apoderándose de él como un veneno mortal que termina por “arder”.
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Acto IV
Iago aumenta el grado de confabulación con la fase final de su plan. Los celos de Othello son irrefrenables al asistir a una conversación de Iago y Cassio. Convencido de la afrenta Othello pierde definitivamente los nervios. Iago aprovecha la ocasión para aconsejar a Othello que estrangule a Desdémona. Así mismo, intriga buscando “eliminar pruebas” empujando al asesinato de Cassio por parte de Rodrigo.
Como vemos se trata de una argumento aparentemente complejo en cuanto la cantidad de sucesos que acaecen. Pero una vez representada la obra, las escenas eran muy fluidas y el espectador sufrían menor confusión.
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Bueno, hay que tener en cuenta que si se reflexiona sobre todo el argumento punto por punto, nos puede resultar algo inverosímil. En este sentido puede que este tipo de obras tenga una cierta relación con las actuales de intriga, espionaje, etc. Suelen ser tramas tan complejas que en ocasiones quedan cabos sin atar. Me recuerda un poco a novelas como “El sueño eterno” de Raymond Chandler, más tarde llevada al cine por Howard Hawks. Se decía que era un libro y película imposibles de seguir, pero con diálogos insuperables. Sé que es una comparación algo atrevida, pero en cierta manera, tragedias como Othello tienen ese toque complejo y a la vez maravilloso que las hacen tan atractivas para el público.
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(Acto IV, escena I)
Iago: ¿O estar denuda en la cama con su amigo una hora más, sin pretender nada malo?
Othello: ¿Desnuda en la cama, Iago, y no pretender nada malo? Es hipocresía ante el diablo. Los que tengan intenciones virtuosas y lo hagan así, es que el diablo les tienta en su virtud, y ellos tientan al cielo.
(Acto IV, escena II)
Emilia (mujer de Iago): Señor, me atrevo a apostar que es leal: pondría mi alma en juego. Si lo pensáis de otro modo, alejad vuestro pensamiento, engaña vuestro corazón. Si algún malvado os lo ha metido en la cabeza, que el Cielo se lo pague con la maldición de la serpiente, pues si ella no es leal, casta y fiel, no hay hombres afortunados; la más pura de las mujeres es sucia como la calumnia.
Llama la atención la defensa que la mujer de Iago hace de Desdémona, pero Othello ya tiene el veneno de los celos “corriendo por sus venas”.
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Uy, sí que me estoy liando un poco ya :confused: Será mejor que me la lea al completo, o mejor, que vea una representación para poder pillarle el tranquillo a toda la trama. ¡No sabía que Iago estaba casado!
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Acto V
Othello acusa directamente a Desdémona de infidelidad… Emilia toma partido a favor de Desdémona intentando ofrecer luz sobre la historia del pañuelo. Se suceden los acontecimientos que certifican la tragedia.
(Acto V, escena II)
Othello: Esa es la causa, esa es la causa, alma mía, pero no he de nombrároslo, castas estrellas: esa es la causa. Sin embargo, no verteré su sangre, ni heriré esa piel suya, más blanca que la nieve, tan suave como el alabastro de los monumentos. Con todo, ha de morir, o si no, traicionará a más hombres. Apagar la luz y luego apagar esa luz. Si te apago, llameante auxiliar, puedo devolverte tu luz de antes si me arrepiento. Pero una vez que apague tu luz [por Desdémona], tú, el más hábil modelo de la excelente Naturaleza, no sé dónde hay un calor prometeico que pueda encender de nuevo tu luz.
(…)
Othello: Esperad; una palabra o dos antes de marchar. Os ruego que cuando contéis en vuestras cartas esos desgraciados hechos, habléis de mí, como soy: no atenuéis nada, ni lo recarguéis con rencor. Entonces debéis hablar de uno que amó, no con juicio, sino demasiado; de uno nada fácil a los celos, pero, una vez llevado a ellos, agitado hasta el extremo; de uno cuya mano (como el pobre indio) tiró una perla más rica que toda su tribu (…)
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Me encanta la última escena, sobre todo las intervenciones de Othello, algunas de las cuales citas tú, Vero. Acepta con caballerosidad y entereza su destino, y tras la "tormenta de celos" es capaz de analizar con cierta frialdad su actitud. Shakespeare, una vez más, logra crear personajes que vencen al tiempo.