“El castillo” de Franz Kafka

Franz Kafka es uno de los escritores más importantes del siglo XX, poseedor de innumerables relatos en donde se pone de manifiesto su eterna devoción a los demonios que habitan en su alma. Ello lo podemos observar leyendo cada una de sus obras y también dándonos cuenta que el escritor al no querer que se publique su obra, aunque a pesar de su deseo Max Brod la ha publicado igual, se deja entrever el deseo de no mostrar aquellos demonios que vivían en el autor y que le permitían de alguna manera crear las obras que ha creado.
Una de sus obras más famosas es “El castillo”, publicada post mortem en el año 1926. Es una obra incompleta, una obra que el escritor jamás llego a terminar de escribir y tal vez esa era una razón para no publicarla. A Pesar de ello Max Brod la publicó y hoy en día miles de lectores en todo el mundo la siguen disfrutando.

Según unas cartas que Kafka le envía a Max Brod, su obra “El castillo” se comenzó a escribir en 1922 y no pudo terminarla ya que falleció antes a causa de una tuberculosis.
Es interminable la discusión sobre si Max Brod hizo bien o no en publicar la obra inacabada de Franz Kafka. La historia la conocemos todos, Kafka le pide a su amigo que luego de morir queme todos sus escritos, ya sus fantasmas y demonios lo estaban oprimiendo y la muerte le estaba tocando la puerta por ello su último deseo fue que quemen toda su obra y no la publiquen.
A pesar de ello, su amigo, Max Brod decide publicar su obra, creo que hizo bien si no hoy no conoceríamos quien fue Franz Kafka pero está mal ya que ha ido en contra del deseo de su amigo que no quería que nosotros los lectores nos acerquemos a su escritura.

Al igual que en otra famosa novela de Franz Kafka llamada “El proceso” el protagonista de la novela es K… Un personaje que desea ingresar al castillo, al lugar del poder y concentración política, económica y social, del pueblo al que él llega a trabajar en un trabajo que no tiene ni idea de que es.
La novela, en resumidas cuentas, narra la opresión de los sistemas burocráticos sociales que no hacen más que oprimir al ser humano. Una vez más Kafka vuelve a poner de manifiesto dicha opresión de los sistemas capitalistas en la vida del hombre.
El señor K es contratado por los propietarios del castillo como agrimensor pero K, frustradamente, busca una y otra vez ingresar al castillo pero no puede.
Así, a lo largo de la obra, seremos testigos de los momentos tensos y psicológicos que vive en el personaje K para ingresar a aquel universo que opresor y burocrático.

A raíz de las semejanzas entre “El proceso” y “El castillo” de Franz Kafka, la crítica y nuestra propia lectura, da cuenta de algunas diferencias, entre ambas obras, aptas para ser nombradas.
La diferencia fundamental reside en que el señor K de “El proceso” es un personaje que, si bien sufre las opresiones de la burocracia, desea salir de ese proceso que lo invade y lo asfixia hasta el punto de “morir como un perro”. Y en cambio, el señor K de “El castillo” es un personaje que vive, siente y asiste a la opresión del sistema burocrático pero del cual no quiere salir, sino por el contrario quiere entrar.
Es decir, ambos personajes viven y sienten las opresiones del sistema pero mientras uno intenta huir desesperadamente el otro intenta acercarse. En ello se diferencian pero se asemejan en que ambos personajes, en ambas novelas, no logran nunca sus objetivos de hecho tanto su alejamiento como su acercamiento no llegan a concretarse jamás y ello es lo que hace que las obras de Kafka sean tan inolvidables e increíbles a la hora de leerlas.

A continuación me gustaría compartir con ustedes el comienzo, “la llegada”, de "El castillo" de Franz Kafka para que observen como describe el lugar aquel narrador omnisciente que no corre jamás la mirada de su protagonista que se mueve, durante toda la obra, entre las sombras oscuras de “El castillo”.
"Cuando K llegó era noche cerrada. El pueblo estaba cubierto por una espesa capa de nieve. Del castillo no se podía ver nada, la niebla y la oscuridad lo rodeaban, ni siquiera el más débil rayo de luz delataba su presencia. K permaneció largo tiempo en el puente de madera que conducía desde la carretera principal al pueblo elevando su mirada hacia un vacío aparente. Se dedicó a buscar un alojamiento; en la posada aún estaban despiertos, el hostelero no tenía ninguna habitación para alquilar, pero permitió, sorprendido y confuso por el tardío huésped, que K durmiese en la sala sobre un jergón de paja. K se mostró conforme."