Ernesto Sábato defendía a capa y espada la profesión de escritor, aunque también aseguraba que éste debía valerse de su arte para defender las buenas acciones y nunca debía defraudar al lector:
“El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana”.
También decía que los escritores estaban signados por las contradicciones de sus lectores y que siempre iban a encontrar quienes no coincidieran con sus ideas:
“El escritor debe prepararse para asumir lo que la etimología de la palabra testigo le advierte: para el martirologio. Es arduo el camino que le espera: los poderosos lo calificarán de comunista por reclamar justicia para los desvalidos y los hambrientos; los comunistas lo tildarán de reaccionario por exigir libertad y respeto por la persona”.
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