“Il decameron”, es una colección de cien cuentos escritos entre 1349 y 1351, en la época en la que azoto a Italia la conocida epidemia de la “Peste negra”. Los cuentos que reúne el Decamerón son contados por un grupo de diez jóvenes que se aíslan a las afueras de Florencia para protegerse del contagio de la peste que arrasaba a la ciudad. En ese campo, protegidos, los protagonistas, durante diez días, tendrán que encargarse de organizar una jornada y todas sus actividades, sobre todo la de ocuparse de contar un cuento para pasar los días más en paz para olvidar las muertes y el dolor de la peste.
A continuación daré a conocer los fragmentos más conocidos y más bellos de ésta obra clásica de la literatura mundial.

“Humana cosa es tener compasión de los afligidos, y aunque a todos conviene sentirla, más propio es que la sientan aquellos que han tenido menester de consuelo y lo han encontrado en otros.”

“Mi amor, más que cualquiera otro ardiente y al cual no había podido ni romper ni doblar ninguna fuerza de voluntad ni de consejo ni de vergüenza evidente ni ningún peligro que pudiera seguirse de ello, disminuyó con el tiempo.”

“Ellos, si les aflige alguna tristeza o pensamiento grave, tienen muchos medios de aliviarse o de olvidarlo, porque si lo quieren, nada les impide pasear, oír y ver muchas cosas…”

“Den gracias a Amor que, liberándome de sus ligaduras, me ha concedido poder atender a sus placeres”

“Cuanto más, graciosísimas damas, pienso cuán piadosas sois por naturaleza, tanto más conozco que la presente obra tendrá a vuestro juicio un principio penoso y triste, tal como es el doloroso recuerdo de aquella pestífera mortandad pasada…”

“Os recuerdo que somos todas mujeres y no hay ninguna moza que no pueda conocer bien cómo se saben gobernar las mujeres juntas y sin la providencia de algún hombre. Somos volubles, alborotadoras, suspicaces, pusilánimes y miedosas, cosas por las mucha que mucho dudo, si no tomamos otra guía más que la nuestra…”

“Como veis, el sol está alto y el calor es grande, y nada se oye sino las cigarras arriba en los olivos, por lo que ir ahora a cualquier lugar sería sin duda necedad.”

“Y dejando ya a cada una decir y creer como las parezca, es tiempo de poner fin a las palabras, dando las gracias humildemente a Aquel que tras una tan larga fatiga con su ayuda me ha conducido al deseado fin; y vosotras, amables mujeres, quedaos en paz con su gracia, acordándoos de mí si tal vez a alguna algo le ayuda el haberlas leído.”