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Rubén Darío, pese a que había logrado ser reconocido en El Salvador, empezó a sufrir miserias y además enfermó de viruela, por lo que decidió volver a España en donde vivió en Granada y en León. Luego, tras recuperarse, volvió a Nicaragua en donde le dieron trabajo en la capital en la Biblioteca Nacional. Allí anduvo de amores con la escritora Rosa Murillo y trabajando en nuevas formas del lenguaje de la poesía. Otros de sus versos dice:
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.
Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.
Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.
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En el año 1886 Rubén Darío, siempre de espíritu itinerante, decidió viajar a hile y se quedó a vivir ene se país y gracias a sus conexiones con otros intelectuales del continente sudamericano, encontró pronto trabajo en el diario La Epoca, en la ciudad de Valparaíso. Siguió escribiendo libros de poemas que no publicaría y que si serían publicados luego de su muerte. Otros de los poemas de Ruben Darío dice:
A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.
Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
Salomón.
Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
Cruz del Sur.
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La vida como poeta y periodista de Rubén Darío en Chile fue muy buena y llegó a dirigir el diario El Correo de la Tarde. Luego volvió a Guatemala en donde publicó uno de sus libros llamado Azul, aunque la segunda edición, ya que la primera ya la había dado a concoer hacía ya varios años. Cuando quedó sin trabajo de nuevo, emporendió viaje hacia Costa Rica en el año 1891
Otros poemas de Ruben Darío:
Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.
La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.
Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!
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La vida del poeta Rubén Darío nunca era quieta, por el contrario, viajaba de acá para allá por Centroamérica, y también vivió unos años en Buenos Aires en donde el círculo de intelectuales, que eran muchos de gran prestigio, lo recibieron muy bien. En Argentina fue colaborador de los diarios La Prensa, La Tribuna y El Tiempo, entre otros. Más poemas del célebre poeta del romanticismo:
Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
del Arquero.
A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.
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Rubén Darío llevó una vida muy licenciosa en la capital de argentina, ya que allí se echó a perder por la bebida y las fiestas que organizaban los intelectuales de Buenos Aires. Tuvo relaciones con políticos importantes y también con poetas y escritores. Otro de los poemas de Rubén Darío dice:
Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.
San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
inmortales.
Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco
y el Arquero.
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Luego de su periplo por Costa Rica, Nicaragua, Chile y buenos Aires, Rubén Darío regresó a España, ya eran los primeros años del 1900. Allí fue recibido con alegría por un grupo de jóvenes poetas que defendían los lineamientos del Modernismo, el cual no aceptaban los grandes escritores de la época, sobre todo, los más consagrados como eran los de la Generación del 98. Más poemas de Rubén Darío dicen:
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!
En las pálidas tardes
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Entre los poetas jóvenes que eran acérrimos admiradores de Rubén Darío estaban Juan Ramón Jimenez, Ramón María del Valle Inclán y Emilio Carrere. Después, empezaría a trabajar como diplomático hasta que contrajo difteria y murió en el año 1916. sus poemas son célebres y es uno de lo escritores referenciales del romanticismo español. Más poemas de Ruben Darío dicen:
El olímpico cisne de nieve
con el ágata rosa del pico
lustra el ala eucarística y breve
que abre al sol como un casto abanico.
De la forma de un brazo de lira
y del asa de un ánfora griega
es su cándido cuello, que inspira
como prora ideal que navega.
Es el cisne, de estirpe sagrada,
cuyo beso, por campos de seda,
ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda.