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Frases de Manuel Puig
El escritor argentino Manuel Puig autor de libros emblemáticos de la literatura hispanoamericana del siglo XX, como lo fueron Boquitas pintadas, El beso de la mujer araña o The Buenos Aires Affair, siempre fue muy mordaz en sus declaraciones. Fue un autore discriminado, tanto por su especial manera de escribir, como también por su condición de homosexual. Quisiera compartir algunas de sus frases y reflexiones que ga vertido en diversas entrevistas que le han hecho:
“El libro El beso de la mujer araña creo que tiene mucho que ver, en especial con La traición de Rita Hayworth, donde había personajes que relataban cosas. Creo que en esta ocasión me lanzo más al terreno del mal gusto, y de una manera distinta”.
“Soy yo quien veo y analizo ese mal gusto (entre comillas) mientras en las demás lo veía a través de los personajes; es decir, en Boquitas pintadas trataba la cursilería porque, al tener que ocuparme de esos personajes, era inevitable. Interpretaba la cursilería como un fenómeno originado en argentinos de primera generación”.
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Manuel Puig viajó a Europa para estudiar cine, ya que era la rama del arte que más le atraía, pero tuvo que desistir de sus anhelos de llegar a ser director porque decía que no tenía paciencia con los actores y técnicos durante los rodajes. Algunos otros de sus pensamientos sobre su país y sobre el arte fueron:
“Tú sabes que la masa de la población argentina fue formada por la inmigración de principios de siglo, sobre todo italianos, y esos campesinos que llegaron para cambiar de status era gente que venía a olvidar sus tradiciones, no a continuarlas. Por eso, a sus hijos no le aportaron nada culturalmente, ya que todo lo que fuera su tradición convenía olvidarlo”.
“Eso explica que los hijos tuvieran, ante todo, que inventarse un idioma porque en la casa no aprendían el español. Allí sólo se hablaban dialectos. Este estilo de vida y este idioma que tuvieron que aprender, sobre todo en la calle, debió echar mano a modelos totalmente irreales, como el cancionero, los subtítulos del cine, la radio, el periodismo más popular y, en particular, el tono truculento del tango. Esos modelos, además de irreales eran retóricos”.
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Algunos de los aspectos que cuestionaba Manuel Puig de su país, en lo social y cultural, era la escasez y precariedad del lenguaje, que lo atribuía a la mezcla de razas productos e las inmigraciones europeas. Sobre ello dijo:
“Estaba el lenguaje ultraretórico de los libros de lectura en la escuela primaria. Todo esto los llevó a un callejón sin salida. Existía, en todos ellos, el deseo de mejorar, de acceder a otro nivel, pero el ideal de fineza y elegancia sólo los conducía a la cursilería”.
“Yo trabajo mucho con el lenguaje de los personajes, y de él se desprende, ciertamente, un torrente de cursilería. Me interesaba trabajar con ese lenguaje que auspiciaba la gran pasión, esa retórica del gran amor, del gran sacrifico, de la nobleza”.
“El drama de esa gente era que tenía que hablar ese lenguaje, pero no podía actuar de acuerdo a él. Lo que me importaba era jugar con ese contraste, es decir, con el hecho de que ellos creían en esa retórica de la pasión porque habían sido educados en esos tangos, en esos filmes; aunque, en el fondo, se trataba de una creencia muy superficial”.
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Si bien fue un escritor brillante, que muchas veces confesaba abiertamente el dolor que sentía frente al rechazo y la negligencia de los grandes escritores de su época para con sus libros, era también muy agudo en sus comentarios, lo que no le ayudaba demasiado para revertir la situación. Otras de las cosas que afirmaba sobre la literatura y la sociedad argentina eran:
“Ya sabemos que las reglas del juego eran otras en la clase media. Se trataba de actuar muy calculadamente, y no pasionalmente. Yo veo a la clase media de aquel tiempo como rindiendo examen constantemente”.
“Lo que se imponía era el autocontrol, la represión en todos sus aspectos, empezando por el sexual, con ese ritual de la seducción y el posterior abandono que lo caracterizaba”.
“A través de mis personajes, me encontraba con el mal gusto, con la cursilería. Me fascinaba el fenómeno de la cursilería. Pero me quedaba ahí, en la reproducción, en el análisis. Creo que conscientemente (inconscientemente sí) no lo gozaba”.
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El perfil de los personajes que protagonizan las novelas e Manuel Puig es, por lo general, muy complejo. El mismo escritor ha dicho en muchas ocasiones que siempre estudia con detalle las características de cada uno de ellos para lograr la construcción y complejidad necesarias. Sobre estas cuestiones decía:
“Espero que, a través de la lectura, salga en claro que los personajes no son totalmente responsables de su conducta. Son producto de su medio. Lo que los oprime es la imposibilidad de pensar por sí mismos, de ser originales”.
“Ellos mismos se encargan de cavarse la fosa; la mujer en base al sometimiento, y el hombre al creer en la máscara que lleva de la superioridad, del mando”.
“Yo trabajaba con la cursilería e, inconscientemente, ya estaba gozándola. Ahora me parece que hay que ir un poco más allá. Porque debo reconocer conscientemente, que gozo muchísimo con ciertas manifestaciones de lo que se llama mal gusto.
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Otras de las frases de Manuel Puig sobre la creación literaria, la construcción de sus complejos y emblemáticos personajes de sus novelas y el gusto estético de los lectores son:
“Descubro, en su habitual rechazo, otra forma de represión. Hubo una acción represiva del buen gusto durante siglos y, por eso, hay que reconsiderarlo todo”.
“El movimiento kitsch se presenta de alguna manera, como culpable, es algo vergonzante. Entra en materia, aunque con cierta distancia. Yo quisiera eliminar esa distancia impulsado por un intento de sinceridad”.
“Si gozo con ciertas manifestaciones del llamado mal gusto debo aceptarlo y, por eso, quiero investigarme, no traicionarme. Si me gustan esas cosas las voy a vivir, las voy a defender”.
“Tengo el temor de que las formas cultas del arte hayan ejercido una grave represión, y de que haya posibilidades fascinantes dentro de las expresiones condenadas y descartadas”.
“Uno de los protagonistas de esta novela soy yo en buena medida, y a través de él estoy saboreando las películas más denigradas y las letras de los boleros más bochornosas”.
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Sobre las devoluciones que Manuel Puig recibía de sus propios libros, como también de la música o las lecturas que él solía tener opinó:
“Descubro poesía bajo formas primitivas pero irresistibles. Por ejemplo, hay un arranque de la orquesta (música de Agustín Lara), al final de Mujer, de Chano Ureta, subrayando el reencuentro de los protagonistas, a la salida de la penitenciaría, con un fondo de cielo crepuscular, sublime como podría serlo el final del primer acto de Tristán e Isolda. Y para qué hablarte de ciertas letras de tango de Alfredo Le Pera: "Sentir / que es un soplo la vida, / que veinte años no es nada, / que febril la mirada / errante en la sombra / te busca y te nombra”.
“Cosas que están desprestigiadas pero que, a mí, se me ocurren de validez estética. Recorro esos terrenos en mi nueva novela. Siempre, claro, a través de un personaje. Todavía no me he animado a escribirlo yo en tercera persona”.
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Manuel Puig fue un escritor cuyas novelas comenzaron a tener repercusión en Europa a finales de la década del 50 y comienzos de los 60, durante el siglo XX. Sin embargo, no formó parte del Boom Latinoamericano, quizás producto del rechazo que provocaba en los escritores de su época. Sobre algunas expresiones artísticas que surgieron en ese período, como la moda retro o ese querer volver al pasado dijo:
“Sucede que una película "tiene" vigencia uno o dos años y ya después no interesa, se olvida, se pasa a otra cosa y si uno, quince años más tarde la quiere reconsiderar, lo tildan de nostálgico. Me parece un grave error”.
“En las librerías se encuentran libros de todas las épocas así que hay que preguntarse por qué no se puede dar cine, comercialmente, de todas las épocas también. Más aún: una mala película de 1940, por el solo hecho de haber registrado una porción de ese momento, de la gente que pertenecía a aquella época, enlata al tiempo”.
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Manuel Puig decía que tratar de resurgir las modas pasadas era una manera de que aquellas cosas que marcaron al cine o al arte estuvieran vigentes. Tampoco renegaba de lo actual, porque también lo consideraba necesario e importante, sobre todo a aquellas cosas que podían difundirse a través del cine respetando lo contemporáneo. Otras de sus frases fueron:
“Leer a Céline no es nostálgico; en cambio, si me intereso por ver cine de los años cuarenta, saltan y dicen "¡ah!, pura nostalgia". ¿Por qué esa actitud? ¿Por qué el cine deber ser tan caduco?”.
“Aunque la imagen retratada haya sido distorsionada por una M.G.M., sabemos que la imagen deformada nos puede devolver –a veces- la imagen auténtica, verdadera de la realidad. Por eso, la distorsión que podía dar la M.G.M. de un episodio de la guerra de secesión ya es interesante: nos va a hablar sobre los móviles políticos de los años cuarenta”.
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Para el escritor argentino Manuel Puig, la vida era como una reproducción de unas películas de cine. Todo estaba atravesado por el septimo arte, desde su mirada, sus sentimientos, las cosas que lo deslumbraban y hasta los recuerdos de su infancia. Otros de sus pensamientos fueron:
“Una película hecha en el mismo año en que sucede algún episodio sobre los alemanes, por más artificial que sea, nos informa sobre la mentalidad imperante en ese momento. El cine, aparte de su valor estético, va a tener una vigencia enorme en la medida que es, justamente, tiempo enlatado”.
“No podemos ver una representación de Eurípides tal como se hacía en su tiempo, pero en cambio sí cómo se hacía en su época Extraño interludio, de O’Neill: está filmado por la Metro. Creo que en la cuestión nostálgica pasa algo de ese fenómeno”.
“Los movimientos, en general, fueron veloces, y no hubo tiempo de que se agotaran”.
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Sobre la elección del título de una de sus primeras novelas, La traición de Rita Hayworth, el escritor Manuel Puig dijo:
“La gente, de algún modo, se da cuenta de que las películas viejas son de un interés notable. Es probable, además, que el paso de este siglo haya sido tan veloz que no haya habido tiempo para detenerse a pensar en cada movimiento nuevo que surgía”.
“No hubo tiempo para asimilarlos. El expresionismo alemán, que fue cancelado con la subida de Hitler, ¿cómo no nos va a resultar interesante retomarlo en la medida que justamente quedó truncado?”.
“Entonces, ¿por qué La traición de Rita Hayworth? La novela cuenta la historia de una familia de clase media que vive en un pueblo de La Pampa en los años ‘40. El paisaje de La Pampa, que en realidad es la ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta las fantasías que quiere”.
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Las tramas de las novelas de Manuel Puig estaban siempre atravesadas por el ámbito del cine, sino era desde el punto de vista técnico (le costaba despegarse de esa estructura de guiones de cine), eran sus personajes. Sobre ello dijo en varias oportunidades:
“Una de las causas por las que escribo es que no tengo ninguna de facilidad de palabra”.
“Un chico que no puede aceptar la realidad por sentirla hostil cambia los términos y toma como realidad a la ficción, ya sea la ficción del cine o la que le dicta su propia imaginación”.
“En esa pantalla suya, la bondad es siempre premiada y la gente buena es hermosa”.
“Hasta que Rita Hayworth en Sangre y arena prueba ser hermosa, la más hermosa tal vez, pero también pérfida. Y ahí comienza el drama, que del sueño pasa a la más cruda realidad”.
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Sobre uno de los grandes y memorables libros del autor Manuel Puig, que fue Boquitas pintadas, se refirió en varias ocasiones, sobre todo, sobre la motivación que lo llevó a escribirlo. La novela fue llevada al cine por el director argentino Leopoldo Torre Nilson. Luego de la aparición del libro y la película, Manuel Puig tuvo muchos enemigos, ya que en el libro hablaba sobre mucha gente de su pueblo natal, General Villegas, las que llevaban una vida sumida en la hipocresía. He aquí algunos de sus pensamientos:
“EL título Boquitas pintadas está sacado de esa canción de Gardel que dice “Deliciosas criaturas perfumadas, quiero el beso de sus boquitas pintadas”.
“La acción de esta novela transcurre entre 1935 y el presente, y yo sentía que esos personajes, también de un pueblo en La Pampa, estaban inmersos en una atmósfera gardeliana. Personajes que creían en las letras de los tangos, sin atreverse a vivir como en un tango”.
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Otra de las grandes novelas de Manuel Puig fue The Buenos Aires affair. Hay quienes dicen que se trata de un policial, pero yo que la he leído varias veces creo que es más bien una novela de amor que cuenta con bastante de suspenso. Sobre este libro, Manuel Puig contó:
“The Buenos Aires affair, a diferencia de las dos anteriores novelas que son historias de pueblo chico, se desarrolla en Buenos Aires. Es la historia de un crimen, oculto durante años, que finalmente se descubre y se paga”.
“Ante el criminal se encuentra la protagonista en la misma situación que ha visto presentarse en tantas películas. La novela cuenta todo el dolor de pasar de espectadora a protagonista. Por eso su historia tiene título de película policial hollywoodense”.
“Cada capítulo está encabezado por una escena de película, una de esas películas admiradas por la protagonista, en las que ya vagamente está prefigurado su destino”.
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Las grandes divas de Hollywood de los años 50 estuvieron siempre presentes en la vida y el corazón de Manuel Puig, ya que el escritor argentino les profesaba su admiración., De hecho, dedicó un libro entero a Rita Hayworth. Sobre esta presencia de las actrices más bellas y enigmáticas de la pantalla grande, Puig dijo:
“Creo que para mí una danza de Rita Hayworth significa, expresa la alegría de tener un cuerpo. Expresa el triunfo de la vida sobre la muerte, el triunfo de la sexualidad vivida sin culpa, vivida con toda la alegría que el mundo ha ido olvidando a través de siglos de represión”.
“Lo único que le pido es que si está decidida a no escribirme más, por lo menos me mande esta carta de vuelta, abierta se entiende, en prueba de que la leyó. ¿O será mucho pedirle?”.
“Fe es la intuición que se tiene de Dios y las intuiciones no se explican”.