Tomas Mann tuvo una participación muy polémica durante el gobierno Nazi. Si bien se presentó, en un comienzo, como contrario y crítico del nazismo, luego se mostró más bien al margen y trató de no dar cuenta de lo que realmente pensaba. Muchos lo han condenado por eso, pero sus familiares han dicho que lo hizo por miedo. Y dijo:
“Cada ser humano razonable debería ser un socialista moderado”.
Fue un defensor de la libertad de espíritu y lo plasmó en la siguiente reflexión:
“Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes”.
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