Frases de Rodolfo Fogwill

Rodolfo Fogwill fue un autor nacido en Argentina, que murió en el año 2010. Dejó un rico legado de cuentos y novelas pero el hombre, tenía un carácter muy especial. Algunas de las frases más relevantes del escritor argentino Rodolfo Fogwill, que mostraban su carácter egocéntrico, fueron:

“Odio a los escritores tipo Ricardo Piglia que buscan concordancia entre sujeto y predicado, que antes de empezar un libro están diciendo cómo lo van a escribir”.

“En Los pichiciegos hay muchos fragmentos al dictado de la voz, pero había un proyecto de construcción.
En realidad yo no sabía qué quería desarrollar, pero tenía que darle un sentido a lo que inventé en la primera página. Bueno, tenía que darle un sentido a eso, tenía que dar alguna acción bélica, dar número y nombres a los personajes, que se contaran historias entre sí”.

Siempre jugo con la polémica y la discusión, también con el escándalo para hacer que sus libros se vendieran más.

Excéntrico y rápido para responder las preguntas de los periodistas, siempre dio señales que lo destacaban de otros escritores. Contó acerca de su producción:

“Hay cuentos, como "Memoria de paso", donde yo no pensé nada, ni una sola vez. En esa época escribía cuentos en diez, doce horas”.

Decía que no era amante de la defensoría de los Derechos Humanos, lo que dudo que fuera cierto, pero sus dichos siempre generaban polémica y rechazo.

“Pueden buscar en mi biografía, nunca defendí los derechos humanos y la democracia, ni los usé para argumentar algo en favor mío. La primera lectora fue una mujer que tenía la plata de Losada. "¿No podés poner alguna ilusión?", me decía. No, no había ilusión. El dueño de Legasa, Durán, me dijo que lo editaba en un mes, "pero por favor metele dos episodios heroicos, demostrá que los argentinos tenían heroísmo". Me negué, y la rechazaron”.

Rodolfo Fogwill nunca tuvo demasiada suerte para que le publicaran sus libros, sobre todo en sus comienzos, pero poco antes de su muerte, se perfilaba para consagrase como uno de los escritores más vendidos y leídos de la actualidad. Confesó acerca de ello:

“El único que se animó a publicar Los Pichiciegos fue el editor de Galerna, que hasta hace poco fue presidente de la Cámara del Libro, en realidad me engañó para ganar tiempo porque cuando vio Los pichiciegos se le prendió la lamparita, juntó a dos periodistas, los puso a hacer grabaciones con soldados cuando terminó la guerra e hizo un libro que vendió cien veces más que Los pichiciegos”.

Es cierto, al final, varios sellos españoles se decidieron a publicar sus novelas, las cuales eran polémicas y generaban atracción, sobre todo, por el espectáculo que montaba el autor en las presentaciones de sus libros, en donde se llegaba a pelear con los lectores.

Audaz y avezado en materia de marketing y publicidad, ya que sus primeros trabajos estuvieron relacionados con el tema, explotaba su experiencia como publicista para hacer que sus libros causaran furor en las librerías. Reitero, no tuvo demasiada suerte al comienzo de su carrera, pero poco antes de su muerte lo consiguió y dijo:

“De puro narcisita y megalómano, sabía que a la larga me iban a reconocer. Mis muertos punk, mi primer libro de narrativa, me lo confirmó”.

“No cometo errores, no voy a hacer como Piglia, que en el momento del apogeo de su mito apareció en todos los diarios, en una foto con un cheque gigante, porque había ganado el premio Planeta. Ese día su mito de revolucionario maoísta que escribía en la oscuridad de la dictadura se fue a la mierda para siempre”.

Siempre fue muy impactante escucharlo disertar en público. Acerca de cómo hacer que se vendieran sus libros y de las estrategias de publicidad que han que desarrollar para mantener en la cima a libros de autores que no gozan de carácter universal, Rodolfo Fogwill expresó:

“También funciona una regla de oro de la edición: los libros van fabricando sus lectores y su mito, especialmente si uno mamó bien en la escuela publicitaria. El mito mío tiene mucho que ver conmigo, no es un invento mío, pero yo lo administro”.

“Mi primer oficio fue como redactor de informes de marketing, analista de estadísticas y autor de discursos de directivos de empresa y de políticos. Eso me familiarizó mucho con la producción de textos”.

“Cuando la publicidad es buena, mete la mula. Si te fijás en las campañas, te das cuenta que la buena publicidad es la que rompe la convención de lugares comunes”.

Rodolfo Fogwill decía que no era un escritor demasiado productivo. Es decir, que no tenía una costumbre de escribir muchas horas al día, ni que mantenía un orden para ello. Por el contrario, sufría de la angustia de no poder producir y cuando lo hacía, no siempre le gustaba lo que había logrado. Acerca de sus logros y de la manera de producción dijo:

“Del 68 al 77 produje un promedio de 150 páginas por semana de informes. E hice mucho estudio de relato y de semiótica aplicado a lo que me importaba, la ideología y el trabajo sobre la conciencia de los otros, la persuasión”.

“La publicidad que cambia la situación de un mercado generalmente es una publicidad que no va a decir cosas que puedan decir otros, porque serían aplaudidas por las señoras en sus casas, independientemente de la belleza de la modelo o de la calidad musical del jingle”.

Rodolfo Fogwill era un hombre muy mujeriego. Siempre se lanzaba a sus lectoras y admiradoras, sin distinguir el momento ni el lugar en que lo hacía, aún si fuera en público.

“¿A quiénes llamamos jóvenes? De las jóvenes muchas me llaman la atención: narradoras, tenistas, jugadoras de hockey”.

Nunca pensaba a dónde llegaría cada vez que empezaba a escribir la primer hoja de un relato.

“En las novelas tengo alguna ilusión de llegar a una epifanía. Un cuento raro, muy de ingeniera, "Cantos de marineros en la pampa", era con un grupo de guerreros que tenía que llegar a algún lugar, porque mi proyecto inicial era rendir homenaje a uno de los mejores cuentos que se escribió en Argentina: "La última montonera", de Roberto Fontanarrosa”.

Pese a su particular forma de ser, sus libros han alcanzado record de venta un años antes de su muerte y, luego, han llegado hasta lo más alto en el número de libros más leídos en lengua hispana.