La cinta blanca

El film La cinta blanca, del alemán Michael Haeneke, abordado desde la problemática filosófica presocrática, Socrática, Platónica o la de sus cerberos contemporáneos, no es sencillo. Sobre todo, si se pretende hacerlo con una visión meramente reduccionista sobre los conceptos del bien y el mal ya que, para estos pensadores, existen rupturas notables en cuanto al tema. Incluso, hasta sus continuidades complican el análisis de estos elementos dado su abordaje casi universal.

Según el razonamiento socratiano podría partirse de la base que esos niños no deseaban hacer el mal. Para Sócrates, “todo vicio es el resultado de la ignorancia y ninguna persona desea el mal”. A su vez, “la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien actuarán de manera justa”. Si se toma lo que Sócrates llama “vicio” como concepto de mal, su visión diría que a los niños del viejo pueblo alemán les fue negada la enseñanza sobre la bondad.

Creo que a esos niños que protagonizan el filme La cita blanca les mostraron “conceptos desvirtuados”: la represión, los castigos y el maltrato a que eran sometidos por parte de los adultos, hicieron que la risa se transformara en ira, el placer en pecado, entre otras cosas, y que se formaran una idea transversalmente opuesta.

El discurso platónico es un poco más interesante para la relectura del film. Platón sostenía que “el conocimiento debe tener como objeto lo que es en verdad real en contraste con lo que es sólo apariencia”. Concepto consolidado a partir de Sócrates y reelaborado por sus discípulos hasta alcanzar una fuerza casi indisoluble en la frase: “oudeis ekón hamaránei” (nadie peca voluntariamente). Esta idea, sólida a partir del pensamiento socratiano, modificada y reelaborada por sus sucesores, trata de decir que toda falta que atenta contra la moral, como en el caso de esto niños alemanes que torturaban, agredían o amedrentaban, viene del intelecto (puro conocimiento) y reside en un error del entendimiento.

Cobra más fuerza que nunca, entonces, que les fue negado el conocimiento verdadero sobre lo justo e injusto, sobre el bien y el mal. De haber tenido conocimiento sobre el bien, lo hubieran comprendido y actuado en función de ello. En cambio, les fue negado ese conocimiento y en consecuencia, su comprensión real.

La temática con la que comienza a trabajar el director alemán y que seguirá haciendo a lo largo de su carrera es propia de su generación, surgida durante la segunda guerra mundial. Fortalece el concepto de que “la muerte de las emociones engendra el aumento de la violencia”, adaptando estas ideas de manera muy particular. Principalmente, en La cinta blanca está presente esta idea en cuanto recrea, de una manera tan nítida como cruel, la génesis del odio, la desazón y el desconcierto ante los cánones morales de una sociedad impuestos de manera distorsionada.

Haeneke no emigró a Estados Unidos como otros cineastas que durante el fascismo alemán escaparon de las ideologías nazistas y que se dedicaron en el nuevo continente al cine negro sin comprometerse demasiado. De una generación posterior, vivió en Austria, donde reside en la actualidad, y realizó un cine comprometido con sus ideales anti- nazis.

Según indican los críticos, es el director más incisivo de los últimos tiempos y sus películas “tratan temas como la alienación y el colapso social, la explotación y el consumo de la violencia, la familia burguesa como la incubadora de impulso fascista; la responsabilidad individual y la culpa colectiva y la ética de la imagen fotográfica”. Un auténtico flanieur del cine que divaga, busca, indaga, socava, retratando su verdadero desconcierto y sufrimiento ante los conflictos sociales.

Si no han visto aún esta película que creo se estrenó en el año 2010, les aconsejo que lo hagan ya que les mostrará la vida de la pre Alemania nazi.

Hay que abordar esta película desde el punto de vista cultural y social antes de que Adolf Hitler llegara al poder. En 1933 el partido nazi decidió enrolar a todos los jóvenes en la “juventud hitleriana” (que ni hasta los hermanos Ratzinger se salvaron) lo hizo para “una control compulsivo de los adolescentes”.

Según el sociólogo Gillis, “Se atribuía a la inestabilidad y a la emotividad, que los psicólogos del siglo XIX consideraban como rasgos distintivos de la adolescencia, la causa de la delincuencia; de ahí la necesidad de proteger solícitamente a todos los adolescentes, ya que se creía que la delincuencia de los adultos deriva de la de los jóvenes”. La jurisdicción de la policía y del los servicios de inteligencia alemanes no se limitaba solamente a los delitos, sino que se extendía al comportamiento “inmoral” y “antisocial” de los jóvenes que de este modo quedaban despojados del derecho fundamental a ser juzgados y condenados solamente por haber cometido un delito, estaban abandonados ala arbitrariedad de las autoridades.

Está probado, entonces, que la decisión de obligar a los jóvenes de la época a la juventud hitleriana, bajo pretextos casi medievales, no era más que una excusa para reprimir las emociones propias de los adolescentes y encontrar en ellos un caldo de cultivo para inyectar sus ideas ultra nacionalistas. Dijo Gillis al respecto: “Cuanto más independiente era un joven o una joven, cuanto más responsable de su comportamiento, más probabilidades tenía de ser estigmatizado por la sociedad como un delincuente real o potencial”.

En el filme se ve plasmado abiertamente el odio inyectado en la sociedad en campañas de exterminio y emigraciones forzadas. Los alemanes tuvieron un especial ensañamiento con el pueblo judío, motivado por un odio casi incomprensible. Aunque habría que indagar, siguiendo los conceptos platónicos, qué conocimiento les fue entregado a todos los niños alemanes sobre el bien y el mal, en su infancia.