Julio Cortázar fue, junto con Jorge Luis Borges, uno de los intelectuales y escritores más relevantes del siglo XX que sirvió como inspiración para la gran cantidad de autores jóvenes que vendrían después.
Dese pequeño su vida fue muy especial, ya que su adre lo dio aluz en la Embajada argentina en Bélgica. Fue docente y estudió francés, carrera que la hizo en muy pocos años en Argentina, ya que su deseo era radicarse en París para ejercer como traductor. De hecho, tradujo al idioma a los escritores más destacados y también fue traductor de la Unesco.
Murió abrumado por la terrible enfermedad de leucemia en 1984. Fue autor de la novela Rayuela, libro que es hoy considerado un clásico de la literatura.
Fue un opositor acérrimo al gobierno de Juan Domingo Perón y se expresó a favor de la Revolución Libertadora de 1955 en Argentina, la cual estuvo comandadas por los militares que derrocaron A Juan Domingo Perón.
Julio Cortázar además, escribió Historia de Cronopios y de famas y otros textos escuetos que son utilizados en las academias de Letras de todo el mundo.
Algunas de sus frases son;
“Un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil”.
También le escribió versos y frases de amor a quine fue su mujer, Aurora Bernárdez:
“Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte”.
Dejó frases que tenían, detrás de lo literario, una alta carga política: “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”.
Cortázar se planteaba continuamente sobre el sentido de vida, razón por la que escribió acerca de ello de la siguiente manera: “Para qué volver sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece un libro a una pipa de opio más satisfecho queda el chino que lo fuma, dispuesto a lo sumo a discutir la calidad del opio pero no sus efectos letárgicos”.
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