Cuando el dictador Augusto Pinochet llega al poder en Chile, mandó a saquear la casa en donde vivía Pablo Neruda. Los militares que intervinieron en la invasión violenta, quemaron todos los libros de la biblioteca que tenía el escritor.

A nueve años de su muerte, en 1992, tanto los restos del poeta chileno, como los de su esposa, Matilde Urrutia, fueron desenterrados y velados en una ceremonia honorífica y llevados luego a la casa que tenía Neruda en Isla Negra, cumpliendo así con una de sus últimas voluntades.

Siempre envuelto en polémicas, hasta después de muerto, los restos de Neruda se volvieron a exhumar en 2011 para que se le practicara un análisis con el fin de detectar si en realidad el poeta había muerto a causa de una inyección letal en la clínica en donde estaba internado, o fue de muerte natural, a causa del cáncer de próstata.