En la historia de la literatura, podemos observar que no sólo importa el escritor sino que también importa y mucho el lector. Porque el escritor no sería nunca escritor si no tuviera un público al cual dirigirse. Y eso también ocurre y ocurría con las obras de teatro en la antigüedad latina, donde se representaban obras de teatro para entretener al público. En esta oportunidad me gustaría hablar sobre el público en las representaciones cómicas de Plauto, el gran comediógrafo de la “Palliata” latina.
Así que foristas, si quieren representar una comedia a la antigua manera clásica deben tener en cuenta la siguiente concepción.
El público, en las representaciones escénicas, no solo era diverso sino que también era bastante disperso. Y como las comedias se representaban durante las festividades feriales denominadas ludi scaenici, las obras debían competir con otros tipos de espectáculos que se llevaban a cabo en el mismo espacio. Así, frente al desorden en el ámbito de las representaciones, con ofertas de la más variada índole dentro del circuito ferial, se ponía en riesgo la continuidad del espectáculo.
Debido a que las representaciones eran financiadas por los funcionarios y candidatos políticos, en general, los ediles, como parte de su campaña: a mayor aplauso y éxito, mayor prestigio electoral, y si la obra no era aceptada por el ruidoso público, no se pagaba. Por ello, tanto el autor como los actores debían esforzarse en atraer al público y mantenerlo expectante. Para lograr su objetivo, el autor introducía en sus obras una serie de mecanismos que iban desde la organización de las escenas hasta la apelación directa al público.
Debido a que el público se iba renovando durante la representación y muchas veces los espectadores se perdían de los detalles de la trama por distracciones, el autor insertaba algunos pasajes narrativos en los parlamentos de los actores, de modo que el público pudiera seguir el curso de la trama sin inconvenientes. En estos pasajes se realizaba una especie de resumen de lo acontecido hasta el momento o se recordaba la identidad del personaje.
Para ejemplificar lo dicho, me gustaría recordar una de las obras más conocidas de Plauto “El soldado fanfarrón”. Así, en el Acto IV. Escena III. Verso 1108, Palestrión retoma lo ya dicho anteriormente sobre que darle y decirle a Filcomasio para que abandone la casa de Pirgopolinices sin rencores ni disgustos.
“¿A qué me consultas lo que debes hacer? Ya te dije cómo podías salir del paso sin el menor disgusto: que se quede con todas las joyas y los vestidos que le diste: que lo coja, que se quede con ello, que se lo lleve; y le dices también que es la mejor ocasión para que se vuelva a su casa: dile que han venido su hermana gemela y su madre, en cuya compañía podrá muy bien llegar a su patria”
En estos versos no solo se resume lo que ya le había dicho Palestrión acerca de la manera para hacer que Filcomasio se vaya, sino que se le recuerda al público la artimaña de Palestrión de hacerle creer al Miles que hay una Matrona enamorada de él y que tiene que darle las joyas y los vestidos a Filcomasio para que se vaya con su madre y el Miles se quede con la Matrona.