Cualquier actor que emprenda la ardua tarea de recrear una obra de teatro de William Shakespeare no puede pasar por alto la escena que lo coronó como referente del teatro inglés: "La escena isabelina". Esta “escena” fue originada en la época del reinado de Isabel I de Inglaterra (reina entre 1558-1603), en donde la literatura inglesa adquirió su gran tradición teatral.
Subir a escena una obra de William Shakespeare es una tarea difícil cuando no se tienen en cuenta las características típicas del teatro inglés. A continuación daré cuenta de las dos características más importantes de la "Escena isabelina"
Para comenzar a señalarlas me parece primordial recordar que esta escena, según dirá André Barsaq “no engaña, se representa como un tablado, un punto de partida hacia los sueños”, y es representada con pocas decoraciones, muebles y accesorios que sólo sirven para crear un misterio más allá de la visión de los espectadores, una exaltación a la mente.
Ahora bien, una de las fundamentales características de la escena isabelina es la inserción del teatro dentro del teatro. Esta característica podemos ejemplificarla claramente en la obra melancólica de Shakespeare titulada Hamlet. En esta maravillosa obra, el actor principal es el joven heredero al trono de Dinamarca y sospecha que el actual Rey mató a su padre, el antiguo rey, para quedarse con el poder. Así Hamlet, para saciar su intriga atormentada por el espectro de su padre, contrata a un grupo de actores itinerantes para representar frente a los ojos del Rey Claudio un drama que reconstruya el presunto asesinato. Al final de la representación el Rey se alza disgustado y aterrorizado por la verdadera escena que acaba de ver representada y abandona la corte. De esta manera, la intriga del joven Hamlet queda descubierta y comienza a tramar su venganza y asesinato.
Una segunda característica la encontramos en la palabra del actor, ya que para los isabelinos estas palabras van a ser el peso de la escena, el decorado esencial. En esta forma de hacer teatro los personajes van a construirse con caracteres sumamente complejos y pasionales, que se relacionan permanentemente entre el deseo y la realidad o entre la cordura y la locura. Así para trasmitir esta ambivalente relación, el recurso que utilizan los actores/personajes es el monólogo: un parlamente solitario en donde los personajes realizan una introspección y reflexionan sobre sus dudas y sus miedos. Esta característica típica del teatro isabelino la encontramos en el ya conocido monólogo de Hamlet: “Ser o no ser: he aquí el problema”.
Espero que les sirva para comenzar a crear una buena obra isabelina de William Shakespeare.