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Almafuerte por siempre
Un 28 de febrero de 1917, a los 62 años de edad, fallecía uno de los poetas argentinos más celebrados del siglo XX, el gran Pedro Bonifacio Palacios o más conocido como Almafuerte.
Este gran maestro de las letras poéticas publicó, en vida, vario de su corpus poético que lo llevó a convertirse en una de las figuras poéticas más importantes e influyentes del siglo XX.
Si bien no ha publicado largas antologías poéticas, las que publicó le valieron para ser la gran figura que fue, un gran poeta argentino y reconocido en el exterior.
He aquí las publicaciones de este gran poeta para que puedan buscarlos, si les interesa, en internet o en tu librería amiga.
Lamentaciones, (1906).
Siete sonetos medicinales, (1907).
Evangélicas, (1915).
Poesías, (1916).
Poesías Completas, (1917).
Nuevas Poesías, (1918).
Milongas clásicas, sonetos medicinales y Dios te salve. Discursos, (1919).
La inmortal.
El misionero, (1911).
Trémolo.
Cantar de los cantares.
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A continuación les compartiré alguno de los mejores poemas de Almafuerte para que los que no lo conocen, lo conozcan y para los que todavía no lo han hecho espero que les guste. Para celebrar su presencia, para recordar su música poética, nada mejor que compartir entre todos sus mejores poemas:
La canción de un hombre
Para una joven
Me pides versos y quiero,
sin pomerme ni quitarme,
para tu bien demostrarme
tal como soy, todo entero.
Pues conjeturo y espero
que la faz de Dios al ver,
comenzarás a romper
el camarín encantado
donde le tiene guardado
tu corazón de mujer.
I
Yo soy el negro pinar,
cuyo colosal ramaje,
cual un colosal cordaje
no cesa de resonar.
Soy el ponto, soy el mar
Solemne, augusto, perverso;
la cuerda, la rima, el verso,
la placa donde resuena
la profunda, la serena
rotación del Universo.
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Y continúa el poema...
Yo soy la trágica flor
con cuya sutil esencia
corta y alarga la Ciencia
los dominios del dolor.
Yo soy Profeta Mayor,
augur, oráculo griego;
y abrazo y alumbro y ciego
con mi triunfal llamarada,
cual una zarza inflamada,
cual una inscripción de fuego.
Yo voy con el alma ufana
por más dolor que me oprima:
yo marcho por más que gima
toda mi miseria humana.
Yo siempre tuve por vana
la lengua de la opinión;
yo no indago la razón
del can ladrando a mi sombra:
yo me río y hago alfombra
de cualquier admiración.
Yo voy en recta fatal
hacia mi primer deseo;
yo no palo, yo no veo
los muros de lo real;
jamás la fiebre carnal
conturbó mi luz interna;
ni por feroz, ni por tierna,
la pasión me deja rastro...
¡yo gravito como un astro
dentro de la Paz Eterna!
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Y así finaliza el poema...
Yo busco el Bien sin criterio
como se desliza un río;
y me retuerzo bravío
cual un ínfimo bacterio,
o reboto en el Misterio
cual un sistema solar...
¡Produciéndome al azar
de la súplica primera,
por más razonar que quiera
jamás podré razonar!
Yo consigo la Verdad,
sin compás, sin ley, a pulso:
yo procedo por impulso
de la Gran Fatalidad.
Yo a la vieja Humanidad
la conflicto, la desgarro:
con las llantas de mi carro
de surcos hondos la lleno,
cual si rodase sin freno
por una pampa de barro.
II
Y como el negro pinar
cuando se pone a gemir,
ni pretende seducir,
ni pretende amedrentar,
yo no intento gobernar
las riendas del corazón;
pero yo no sé qué don,
qué providencia, qué ley
me habrán consagrado rey
del Reino de la Emoción.
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Otro gran poema de Almafuerte para recordarlo en su día, en su partida, en la memoria de todos, es “Pasión”. Espero que les guste y que sigamos recordando y celebrando a los poetas a través de su escritura, de su huella que han dejado en este mundo antes de partir. No hay mejor homenaje que recordar al poeta, escritor o artista por las obras que ha hecho, tal como lo hizo Almafuerte…
Pasión
Tú tienes, para mí, todo lo bello
que cielo y tierra y corazón abarcan;
la atracció estelar -¡de esas estrellas
que atraen como tus lágrimas!
La sinfonía sacra de los seres,
los vientos y los bosques y las aguas,
en el lenguaje mudo de tus ojos
que, mirándome, hablan;
Los atrevidos rasgos de las cumbres
que la celeste inmensidad asaltan,
en las gentiles curvas de tu seno...
¡Oh, colina sagrada!
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Y aquí finaliza el gran poema de Almafuerte titulado "Pasión", ¿No es hermoso?
Y el desdeñoso arrastre de las olas
sobre los verdes juncos y las algas,
en el raudo vagar de tu memoria
por mi vida de paria.
Yo tengo, para ti, todo lo noble
que cielo y tierra y corazón abarcan;
el calor de los soles, -¡de los soles
que, como yo, te aman!
El gemido profundo de las ondas
que mueren a tus pies sobre la playa,
en el tapiz purpúreo de mi espíritu
abatido a tus plantas.
La claridad celeste de los besos
de tu madre bendita, en la mañana,
en la caricia augusta con que tierna
te circunda mi alma.
¡Tú tienes, para mí todo lo bello;
yo tengo, para ti, todo lo que ama;
tú, para mí, la luz que resplandece,
yo, para ti, sus llamas!
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“Castigo” es otro gran poema que les compartiré para recordar al poeta Almafuerte en el aniversario de su partida.
Castigo
I
¡Yo te juré mi amor sobre una tumba,
sobre su mármol santo!
¿Sabes tú las cenizas que qué muerta
conjuré temerario?
¿Sabes tú que los hijos de mi temple
saludan ese mármol,
con la faz en el polvo y sollozantes
en el polvo besando?
¿Sabes tú las cenizas de qué muerta,
mintiendo has profanado?
¡No lo quieras oir, que tus oidos
ya no son un santuario!
¡No lo quieras oir!... Como hay rituales
secretos y sagrados,
¡hay tan augustos nombres que no todos
son dignos de escucharlos!
II
Yo te di un corazón joven y justo...
¡por qué te lo habré dado!
¡Lo colmaste de besos, y una noche
te dió por deborarlo!
Y con ojos serenos... El verdugo,
que cumple su mandato,
¡solicita perdón de las criaturas
que inmolará en el tajo!
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Y así finaliza este gran poema titulado "Castigo" de Almafuerte, en el que el autor alcanza los puntos máximos de su poética.
Tú le viste serena, indiferente,
gemir agonizando,
¡mientras su roja sangre enrojecía
tus mejillas de nardo!
Y tus ojos... ¡mis ojos de otro tiempo
que me temían tanto!...
¡ni una perla tuvieron, ni una sola:
eres de nieve y mármol!
III
¿Acaso el que me roba tus caricias
te habrá petrificado?
¿Acaso la ponzoña del Leteo
te inyectó a su contacto?
¿O pretendes probarme en los crisoles
de los celos amargos?,
¿y me vas a mostrar cuánto me quieres,
después, entre tus brazos?...
¡No se pruevan así, con ignominias,
con corazones hidalgos!
¡No se templa el acero damasquino
metiéndolo en el fango!
Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,
hasta rozar los astros:
¡tócale a mi venganza de poeta,
dejarte abandonada en el espacio!
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Uno de los mejores poemas, el más conocido, de Almafuerte es “Cantar de cantares”, observen la composición, el ritmo de este gran poeta argentino:
Cantar de cantares
Níveo cáliz de magnolia
decorando los retoños de la rama
como ánfora de sueños es tu frente.
Sí, tu frente
hija mía, madre mía, novia mía,
es el gótico remate de la rama,
su divino corolario:
es el grave, pausadísimo insensario,
cuya mirra de sapiencia por mi templo se derrama.
Radiaciones de las mieses,-
rubias ondas encrespadas y brillantes
y crujientes de los trigos, -tus cabellos,-
¡tus cabellos,
cuando sueltas las cascadas de tus rizos!
Son las hebras rubicundas y brillantes
de la testa de las diosas,
de las diosas imperiosas y graciosas
bajo el casco de sus crines enrizadas y flotantes.
Como sello de turquesas,-
de turquesas bien profundas, bien extrañas,
bien azules, como el aire,- son tus ojos;
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Y continúa...
grandes ojos
vagamente sorprendidos al mirarme:
son dos piedras bien azules, bien extrañas
que incrustaron los querubes,-
los que ciñen a los astros con las nubes,-
bajo el arco y en el fleco de tus cejas y pestañas.
Cicatrices de caricias,-
cicatrices de dos besos fraternales
de las almas de dos lirios,- tu oyuelos:
tus oyuelos
inestables, intangibles, indelebles:
son las huellas de dos besos fraternales
que te dieron al venirte,
que te dieron, al salir a despedirte,
los dos ángeles mas puros de los coros celestiales.
Florecitas de durazno
que la veste de las auras amontona
bajo el cielo de la tarde, tus mejillas;
tus mejillas
de sedosos, inefables terciopelos:
son las flores que un arcángel amontona,
bajo el cielo de tus ojos,
por los balles de sonrisas y sonrojos
que divide tu severa naricita de matrona.