MUJER DEL MAR
Era toda del mar. Desde la honda
raíz del hueso hasta el reluciente
pétalo en que la piel triunfal remata.
Las algas que poblaban su cabello
mecíanse al impulso de la brisa
marina de su aliento. Por su cuello
descendía en raudal la conchaperla
hasta la playa brava de los hombros.
Era toda del mar. Ola en su cuerpo
horizontal, agónico o enhiesto.
Ola en sus labios de molusco. Ola
en sus pechos potentes como proas.
Ola en sus muslos ebrios. En su vientre
donde el coral su orfebrería instalaba.
Ola en su corazón. Ola en sus venas.
Era toda del mar. Sus dos pupilas
eran agua de mar adormecida.
Al puerto de su boca yo arribaba
como un lobo marino presentido.
Me mordían sus dientes insurrectos
con la furia tenaz de los ahogados.
Sus manos eran dos gaviotas ávidas
cayendo heridas en mi arena muerta.
Y sus uñas entraban en mi carne
como arponazos, como anclas nocturnas
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