Con el “Facundo” de Sarmiento empieza la literatura argentina, dijo Viñas alguna una vez, y no se equivoca porque sin lugar a dudas el “Facundo” es uno de los relatos fundamentales de la constitución de la literatura nacional en la Argentina.
En la obra de Sarmiento hay muchos tópicos interesantes para trabajar, pero a mí lo que más me llamo la atención es el uso de los “Cuentos de fogón” que toma Sarmiento de la oralidad para introducirlos en sus obras. Y lo que más me interesa es ver el funcionamiento que tienen esos relatos dentro de la obra.
Ahora bien, en la obra de Sarmiento nos encontramos con diversos relatos que ponen en juego la identidad de un “otro”, que se mueve, que entra y que sale de la frontera entre la civilización y la barbarie. Dicotomía importante que Sarmiento intenta mantener a lo largo de toda su obra, pero que se ve desbordada por la intensa ficcionalización que el autor le da a esas “biografías de pasaje”.
En el capítulo 11 del Facundo, Sarmiento estremecido por el horror y la fascinación, introduce el relato de ese “otro” llamado el Sargento Mayor Navarro, un relato que como él sostiene “hace demasiado a mi asunto, para que me prive del placer de introducirlo”. Este es el relato más extenso de la obra, del cual Sarmiento no puede privarse, porque además de producirle placer no puede dejar de fascinarse y seguirlo con la pluma de un lado y del otro de la frontera. El relato cuenta la aventura y el peligro de un Sargento que se hace contrabandista y que termina comerciando con los indios, asimilándose a ellos y casándose con la hija de un cacique. Sarmiento, a través de éste relato demuestra y pone en escena que quien juega en la frontera, contrabandea y se adentra en su desierto no vuelve nunca más a ser ese hombre civilizado que antes era. En este relato, lo que me parece fundamental remarcar, es la “originalidad de la ficción americana”, es decir la originalidad de Sarmiento de contar una historia que se aleja de su historicismo romántico, de su afán de explicar lo inexplicable. Por ello es que en ese afán, en ese alejamiento, Sarmiento confía plenamente en la literatura, dicho de otra manera, es en ese momento en donde el autor hace literatura y se aleja con su pluma del historicismo romántico, porque como bien lo dice Halperin Dongui “si evoca la vida de facundo, cifra de barbarie, no es tan solo para injuriar al enemigo muerto sino precisamente para entenderlo”. Es decir, que Sarmiento lo que intenta a lo largo de toda su obra es eso entender, buscar y develar el enigma de “la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo.” A raíz de esta postura, sostengo que en la historia del mayor navarro Sarmiento se aleja de su ideal romántico historiográfico, de esa corriente que sostenía que la historia era la disciplina capaz de descifrar el misterio del pasado nacional, y se mete de lleno en el plano literario.
En resumen, Sarmiento suponía que estos relatos contaminaban el “único” discurso de la verdad, y que sobre todo depositaban en el espacio de la literatura “resabios de un saber narrativo”. Es decir, si el proyecto de Sarmiento era construir un archivo ordenador de donde, en un futuro, podría salir la historia de la patria argentina, al incluir estos relatos de tradición oral, cuentos de fogón, que Sarmiento escuchaba y coleccionaba para luego transcribirlos en el Facundo, lo que se ponía en riesgo era su propia barbarización, porque tan solo la acción de contar cuentos de otros, le produce a nuestro autor considerar al Facundo como un “caos”, como un gran depósito de voces, relatos y cuentos que solo sirven para representar a la barbarie, y que hay que ordenar para sacar de allí la historia de nuestra patria. En mi opinión, más allá de lo que creyó Sarmiento al descubrir que esos relatos ponían en duda su discurso de verdad yo lo considero una excelente forma de hacer literatura.