La señora Doyne, con los ojos muy abiertos, esperó un momento:
-¿Quiere decir que lo ve?
-Tengo la impresión de que en cualquier momento podría verlo. Estoy desconcertado. No puedo hacer nada. -Luego añadió-: Tengo miedo.
-¿De él? -preguntó la señora Doyne.
Withermore lo pensó un poco:
-Bueno..., de lo que estoy haciendo.
-¿Qué es lo que está haciendo, entonces, que sea tan horrible?
-Lo que usted me propuso que hiciera. Meterme en su vida.
En medio de su gravedad, mostró ahora una nueva alarma:
-¿Y no le gusta hacerlo?
-¿Le gusta a él? Esa es la cuestión. Lo ponemos al descubierto. Lo ofrecemos a los demás. ¿Cómo dicen? Se lo entregamos al mundo.
La pobre señora Doyne, como bajo una amenaza para su reparación, lo meditó un instante con profunda tristeza:
-¿Y por qué no habíamos de hacerlo?
-Porque no sabemos. Hay naturalezas, hay vidas que se echan para atrás. Es posible que no quiera que lo hagamos. Nunca se lo hemos preguntado.
-¿Cómo podíamos hacerlo?
Tardó un poco en contestar:
-Bueno: se lo preguntamos ahora. Después de todo, eso es lo que hemos hecho. Se lo hemos dicho.
Marcadores