Dio un pequeño suspiro y volvió a mirar a su alrededor:
-Bueno -dijo al despedirse: recuerde que yo también sólo quiero ayudar.
Cuando ya se había ido, pensó que, efectivamente, sólo había entrado allí para comprobar que todo iba bien.
-Todo iba perfectamente, y cada vez mejor porque, a medida que avanzaba en su trabajo, le parecía sentir con más claridad la presencia personal de Doyne. Una vez admitida esa idea, ya la acogía con gusto, la alentaba, la mimaba, esperando todo el día con ilusión que se renovara por la noche, y esperando que llegara la noche como una pareja de enamorados podría esperar que llegara la hora de su cita. Los menores detalles se adaptaban a ella y la confirmaban y, al cabo de tres o cuatro semanas, había llegado a considerarla como la consagración de su empresa. ¿No resolvía la cuestión de lo que hubiera podido pensar Doyne de lo que estaban haciendo? Lo que estaban haciendo era lo que él quería que hiciesen, y podían continuar, paso a paso, sin ningún tipo de escrúpulos o dudas. En algunos momentos, Withermore se alegraba mucho de tener esa seguridad: a veces, cuando se sumergía en las profundidades de algunos de los secretos de Doyne, era muy agradable para él poder pensar que Doyne quería que los conociese.
Marcadores