El rey Gaspar no usa nada en la cara; va afeitado, pulcro, correcto, pero su nariz cae un poco en gancho sobre la boca, y en la comisura de sus labios hay algo como una sonrisa equívoca, inquietante, como una ironía vaga, desconsoladora. Yo os digo desde este instante, pequeños amigos míos, que no perdáis de vista a este viejecito....
Los tres reyes van caminando durante la noche por un camino largo; las estrellas brillan, serenas, rutilantes, en la bóveda negra; abajo, en la tierra, tal vez en la lejanía remota, se oye un grito perdido o se ve el resplandor incierto de una lucecita. Esta lucecita indica una ciudad. Los reyes han llegado ya a esta ciudad. Ya van a detenerse ante las casas; ya van a meter las manos en sus grandes arcaces; ya van a dejar en los balcones sus dádivas ansiadas.
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