El encuestador no entiende a qué se refiere, pero le sigue la corriente. —Suéltalo ya —exclama—, y sin toquidos en la puerta. Cuéntanos otra cosa. Algo que nos sorprenda. Callo un momento y tomo aire. Los dos tienen la mirada fijada en mí. ¿Por qué tendré que verme siempre en situaciones como éstas? A Amos Oz o a David Grossman nunca les pasaría algo así. De repente se oyen unos golpecitos en la puerta. La mirada de concentración de los dos se vuelve ahora amenazadora. Yo me encojo de hombros. No tengo nada que ver con eso, ni mi cuento tiene nada que ver con ese toquido en la puerta. —Deshazte de él —me ordena el encuestador—, sea quien sea, dile que se largue. Abro la puerta sólo una rendija. Es un repartidor que trae una pizza. —¿Eres Keret? —me pregunta. —Sí —le digo—, pero yo no he pedido ninguna pizza. —Aquí dice Zamenhof 14—insiste, agitando una nota delante de mis narices y metiéndose a la casa. —Lo dirá —le contesto—, pero yo no he pedido ninguna pizza.
Marcadores