Esta novela corta de Julio Llamazares no es una historia sencilla de leer. Para empezar se trata de un relato escrito en primera persona por el protagonista en el que no hay lugar para los diálogos. Su prosa poética puede resultar algo farragosa en un primer momento y su introducción, en segunda persona, alerta al lector sobre una narración compleja. Sin embargo, es precisamente esa introducción la que despierta una curiosidad que te acompaña a lo largo de casi todo el libro.
El último habitante del pequeño pueblo oscense de Ainielle es el protagonista de una obra triste, depresora, pero con ánimo catártico y purificador. La historia parte de la llegada de unos temerosos caminantes al pueblo de Ainielle en busca de su protagonista. Es tras esa llegada cuando se inicia el relato en el que su protagonista nos narra el proceso de putrefacción física de un pueblo que provoca su crisis psíquica. Una novela sobre la muerte, la familia, el deber, la obstinación y el sacrificio.
“La lluvia amarilla” puede resultar algo dura de leer, como dices, pero en mi caso su lectura fue bastante fluida. Varios de los pasajes de la obra son tristes y opacos, como su protagonista, pero quiero llamar la atención sobre ciertos detalles realmente terroríficos. O a mí, al menos, me dieron miedo Es curioso, porque yo no soy muy habitual en la literatura de esta temática, pero algunas de las escenas descritas por Llamazares son aterradoras, y creo que con ello logra impactar más al lector e introducirle en ese universo helado de Ainielle. Por otro lado, la manera en que el propio protagonista describe el paso del tiempo y el efecto que este causa en su mente, favorece ese clima de tensión contenida que flota en el ambiente durante toda la narración. Me sorprendió gratamente y creo que es una novela altamente recomendable.
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