Tema: Frases y Greguerías de Ramón Gómez de la Serna

Cuando Ramón Gomez de la Serna llega a París en el año 1929 es un escritor totalmente famoso y de gran popularidad. En ese tiempo inicia sus pasos en la dramaturgia con la obra llamada Los medios seres., Aunque la idea inicial era publicarla en la Revista de Occidente termina poniéndola en escena a finales de ese mismo año aunque fracasó ya que recibió abucheos por parte del público. Más de sus greguerías:

Al llegar al final de su descenso el ascensor, debía sonarle una nota de acordeón.

La botánica luce su poesía cuando llama a los pensamientos violetas pasionales.

El nido es una corona sin espinas.

La viuda parece llevar su espeso manto para que no la piquen las moscas de la muerte.

La chicharra se hace la ilusión de que tiene una aserraduría mecánica.

El sofá está hecho para recibir peticiones de mano.

Nuestra verdadera y única propiedad son los huesos.

Al que toca el violón hay que llamarle gondolero del violón.

Cuando el domingo caiga en lunes, la vida habrá perdido la cabeza.

Cuando Ramóin Gomez de la serna fracasó como dramaturgo se fue a París para alejarse del estrés. Cuando regresó a España tiene un amorío con su antigua amante y retoma con frecuencia sus viajes a Francia, en donde incluso abre un café en París llamado Café de la Consigne, en el que organiza tertulias parisinas. Otras de sus greguerías dicen:

El que toca el bombo es un hombre cargado de hijos.

Tenemos incisivos para ser cáusticos.

Hay un último gesto de la bailarina que se encoge y se pliega, como si fuese a meterse de nuevo en el claustro materno.

Dentro del sombrero hongo hay sombra de funeraria.

Los vasos colocados boca abajo parecen esconder la mariposa invisible.

Cuando caen los pétalos de una rosa, musitan al caer una palabra, una media palabra de silencio y despedida.

En los años 30, en el siglo XX, Ramón Gomez de la Serna siente atracción por viajar a América del sur y parte hacia la ciudad de Buenos Aires en donde prosigue con sus artículos en el prestigioso diario La Nación. Vuelve a España en pleno proceso del general Franco, por lo que decide después de un tiempo irse de su tierra natal. Más e sus greguerías famosas:

Las estatuas saben que estuvieron caídas antes de ser erigidas y eso las hace modestas.

Leía en el jardín mientras daba de mamar al niño y le transmitía la lectura ¡Pobre niño al que transfusionan un alma de novela mala!

El ventilador afeita la barba al calor.

Los cocodrilos de circo son falsos porque nunca les hemos oído llorar.

El ruido que hace el hielo cuando se mueve la botella en el cubo de plata, es un entrechocar de dientes, un titiriteo de cristal.

Cuando en 19333 se presenta en Argentina uno de los libros de Ramón Gomez de la Serna, viaja a ese país a pedido de las editoriales y comienza a brindar allí un ciclo de sus famosas conferencias de greguerías. Esas conferencias contaban con mucho público debido al auge que el escritor tenía por sus artículos del diario la Nación. Otras greguerías de Ramón Gomez de la Serna son:

Hay un momento en que a la butaca le salen fuera los pelos que ha perdido su señor.

La vieja con dos grandes perlas verdaderas en los pendientes cree que aún está lobulada en ellas su juventud. ¡Con qué altivez habla!

Los montes se relacionan con los huesos. Que se ponen los montes tristes, pues los huesos nos duelen.

La que monda guisantes derrama botonaduras de pecheras verdes.

Los banderilleros fueron los precursores de los ballets rusos.

Aquella chulapa no se cortaba nunca el mismo día las uñas de las dos manos para no quedarse desarmá.

Ramón Gomez de la Serna regresa a España después de presentar su libro en Argentina pero el clima en el país está en su peor momentos con la dictadura del general Francisco Franco, por lo cual debe cortar con sus tertulias se polarizan. Sigue, sin embargo, escribiendo en el Diario Madrid y es uno de los fundadores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura de la que también formaron parte Miguel Hernández, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Más de sus greguerías:

Es triste sentarse en los bancos públicos y sentir alrededor coronas de viento.

En los mármoles ha quedado solidificada la espuma y el arabesco de una última ola.

Jugar al dominó es recomponer esqueletos.

Hay unas dueñas de casa que guardan las sábanas en los armarios como si fuesen perniles... Sacan una sábana como si fuese un permiso de casamiento.

Cuando estalla la Guerra Civil Española Tamón Gomez de la Serna, la esposa del esritor busca apoyo en el periódico La Nación para poder sacar a Ramón y a su familia de España. Así es que planearon su salida por un puerto que les permitiese su acceso a Francia. Cuentan que esas noches antes de su partida fueron dolorosas, en Madrid dejaba la biblioteca que tras cuarenta y ocho años había logrado reunir. Más greguerías:

Al ver una mujer con gabán de astracán pensamos: ¡Lo que la habrá costado rizarse el gabán!

Se dejó enchufada la plancha eléctrica y comenzaron a salir en los techos de los pisos bajos las huellas de una plantilla requemada y nefasta.

Las moscas son granos que vuelan.

Cuando en nuestras mangas faltan botones parece que hemos sido deshonrados.

Los que se tiran de la nariz cuando están preocupados se vuelven los narigudos de la preocupación.

Escapando del fascismo de Francisco Franco, Ramón Gomez de la Serna viaja a Argentina, haciendo escala antes por Lisboa y luego en Montevideo, Uruguay. Era la tercera vez que visitaba la Argentina y allí fue recibido por el poeta Ángel Aller.

Más greguerías de Ramón Gomez de la Serna:

Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia.

Cuando los aviones arrojan proclamas al aire parecen sembrar el mundo de papeles para hacer pajaritas.

Al decir Señoras y señores en la conferencia, leones lejanos levantan la cabeza con hambre feroz de carne de conferenciante.

Los cocos tienen dentro agua de oasis.

Se ve uno mejor en el espejo de la muerte que en el de la vida.

¿Y si estuviéramos equivocados? ¿Y si la Tierra es la Luna y la Luna es la Tierra?

Cuando sentimos blando el asfalto bajo nuestros pies los días caliginosos parece que se nos ha reblandecido la medula.

El abanico es celosía del corazón.

Cuando Ramón Gomez de la Serna empezó una nueva vida en la Argentina sufrió mucho. Pero el gran poeta Oliverio Girondo le ofrece ayuda. Recibía ofertas desde España de su amigo falangista Tomás Borrás intentándolo unir a la causa, ofertas que él denegaba. Las noticias que llegaban de España anunciaban un recrudecimiento de la guerra y Madrid era una ciudad sitiada. Otras greguerías de Gomez de la Serna dicen:

El clavel blanco refresca las miradas y nos lo colocamos en el ojal de las pupilas.

El calañés es un disco de flamenquería.

En la espuma que hace el barco al correr parece haber muerte de gaviotas.

Eso de traje con dos pantalones revela la penuria de la época.

La caja de píldoras recién recetada resulta encantadora hasta que se abre y se ve en el prospecto que sirve para todas las enfermedades.

En las máquinas de escribir el alfabeto baila la jota.