Julio Cortázar es de esos autores que nos invitan a introducirnos a su mundo, que nos toma de la mano y nos lleva a recorrer París. Es de esos autores que nos inician en la lectura, que nos produce ganas de escribir, viajar, de relatar la vida y de reunirse con los grandes escritores a discutir de literatura y política en un bar de la esquina. Todo eso y más nos produce Julio Cortázar, escritor argentino.
A continuación me gustaría hacer una breve mención acerca de “la importancia de llamarse Cortázar”, es decir, acerca de cómo y por qué se lo conoce a Cortázar.
A Cortázar, se lo conoce comúnmente por escribir cuentos breves pero sobre todo cuentos breves fantásticos. Para Cortázar el cuento fantástico es "algo que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos", es decir, una esfera que logra condensar y sumergir al lector a un mundo otro, para luego expulsarlo otra vez a su realidad.
Cortázar establece que su proyecto literario será “el género fantástico”, entendido como un sentimiento maravilloso, fantástico y extraño que lo acompaña desde antes de ser escritor; un sentimiento que nació en él, que se fundió en él para delimitar precisamente esa negación a la realidad tal como pretendían imponérsela sus padres y maestros. Ese modo distinto de entender y ver el mundo para Cortázar es una sensación de que entre lo fantástico y lo real no hay límites precisos.
Para ejemplificar lo dicho, esta capacidad que tienen los cuentos de Cortázar de estirar los límites de lo real, voy a tomar el cuento que se encuentra en "Las armas secretas" y se titula “Cartas de mamá”. El relato comienza en un universo claro y compacto, pero ese universo se ve trastocado con la llegada de unas “Cartas” que poco a poco empiezan a descomponer a los personajes y al relato, que no hacen más que distorsionar la calma y monotonía de los personajes para crear así esa nueva realidad. Es decir, que Cortázar utiliza esas cartas para estirar los límites de lo real y crear una nueva realidad de la que los personajes no pueden volver a salir.