Sócrates y sus discípulos de siempre se encuentran en la cárcel esperando que el guardiacárcel realice la ejecución envenenando a Sócrates con cicuta. Mientras, Sócrates se dedica a explicar la naturaleza del alma, pero sobre todo los rasgos que hacen del alma una entidad inmortal. Sus alumnos se van poniendo nerviosos ante la inminencia del final. Ese nerviosismo se va volviendo el tema subyacente. La inminencia de la muerte es demasiado. Una cosa es saber que nos vamos a morir y otra es ir viendo al verdugo preparar la cicuta en el espacio contiguo. En ambos casos nos vamos a morir, pero lo difuso de su venida hace que podamos escabullirle un poco. Escabullirle a pensarla que no es lo mismo que huirle a la muerte misma. Además, en realidad si uno se pusiese a pensar más lógicamente el tema, no hay gran diferencia entre el verdugo preparado la cicuta y la fecha promedio de nuestras muertes naturales: sabemos que va a llegar, aunque a veces entendamos que llega a destiempo.
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